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Zona de paso

Los colores del Danubio

Victoria Pelayo Rapado

Sábado, 6 de diciembre 2025, 01:00

Decía Stendhal que el yo es un medio cómodo para viajar, lo pongo en práctica y lo corroboro al escribir desde la propia experiencia.

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Las ... ciudades atravesadas por ríos son afortunadas, y si el río es poderoso, este se convierte en el centro alrededor del que todo gira. He viajado al corazón de Europa navegando por el río de los superlativos, el Danubio, que suele representarse como un anciano erguido y viril. El Danubio no es azul, sino que su abundante caudal transcurre entre marronáceo y verdoso; el color no importa cuando el río es ancho y de impetuoso torrente, siendo aprovechado de mil formas diferentes por las ciudades que baña, por eso el viajero enclaustrado en un autobús contempla con envidia la libertad de un vienés nadando en una barcaza-sauna anclada en el canal bajo un cielo gris.

Ni el Danubio es azul ni la emperatriz Sissi fue la princesa con el rostro angelical de Romy Scheneider que nos pintaron, sino una mujer de hueso y carne, al parecer poca carne, porque era anoréxica, depresiva y egocéntrica, y aunque su imagen se eterniza en estatuas, museos y tiendas de souvenirs, no es demasiado apreciada en la que fue su corte, Viena. Tampoco se le puede reprochar que prefiriese ciudades y países más cálidos y luminosos, Madeira, Corfú, Grecia, Hungría, frente a la belleza apagada de la fría Viena.

Junto a la catedral gótica de San Esteban, inconfundible por sus tejas vidriadas, una foto de la actriz Margot Robbie publicitando el perfume de Chanel más famoso del mundo desafía en tamaño al mismísimo escudo del águila bicéfala representada en los ladrillos del tejado, acaparando para sí las miradas de los turistas. ¡Ah, el lujo! Qué tendrá para que Bratislava dedique una escultura-alcantarilla a la clase obrera admirándolo, 'Man at work'; al parecer, los operarios que trabajaban en el subsuelo se asomaban para ver cómo los ricos entraban y salían de la lujosa tienda Maxmara situada enfrente. Y del suelo al cielo de la iglesia de San Francisco, al coro, adonde subí a pesar de la advertencia, «por su cuenta y riesgo», acerca de la inestabilidad de la estructura.

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El viaje danubial llega a Budapest, llamada capital balneario por sus aguas termales. Quería visitar los baños de Széchenyi, el balneario termal más grande de Europa, y cuyas instalaciones son el sueño de una apasionada de los baños como yo. Allí disfruté de un largo remojón a 38ºC en contraste con el exterior, extremos a los que el cuerpo se acostumbra, me divertí dentro de una estructura circular girando impulsada por la fuerza de un potente chorro y me sumergí en tantas piscinas, jacuzzis y saunas como el horario me permitió.

El Danubio ha sido escenario de películas y, al pisarlos, en mis oídos resonaban las voces de Orson Welles y Joseph Cotten en la noria del Prater de Viena en 'El tercer hombre', y en mis pupilas reaparecía intacta la terrorífica escena junto al Puente de las Cadenas de Budapest en 'La caja de música', renombrado Danubio rojo por el color de la sangre.

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