¿Qué ha pasado este viernes, 5 de diciembre, en Extremadura?
Zona de paso

La ciudad espectáculo

Victoria Pelayo Rapado

Sábado, 2 de noviembre 2024, 08:26

El mes pasado preparaba mi maleta con destino a New York y Washington, un viaje largamente soñado y programado. Dudaba sobre cuántos pares de zapatos ... debería llevar, por la mañana guardaba un par y por la noche lo descartaba, hasta que escuché una noticia sobre la guerra en Gaza. Un niño, cuya casa había sido bombardeada, le contaba al corresponsal de Televisión Española que lo había perdido todo, familia, casa y ajuar, ni siquiera conservaba un par de alpargatas; ese dato despejó mis dudas.

Publicidad

A pesar de todas las veces que había visto la ciudad en películas, no fue menor el deslumbramiento que sufrí. Nueva York es la ciudad espectáculo, tantos son los estímulos visuales, sonoros y odoríficos, la marihuana está en el aire, que el recién llegado queda en shock al verlo por primera vez, como si un fogonazo de luz le hubiera nublado la vista de repente. A pesar de su hipnótica verticalidad, he caminado más pendiente de las aceras que de las alturas y comprobado que todo el mundo va comiendo o bebiendo por la calle, no solo un café o una hamburguesa en el parque, sino un plato de comida mientras bajan o suben por las escaleras del metro, cruzan un paso de peatones o hablan por teléfono. En verdad es la ciudad que nunca duerme, siempre hay gente, de todo tipo, de cualquier nacionalidad, en cualquier actividad, en cualquier esquina; el tráfico es incesante, he visto coches de líneas rectas, como un tanque híbrido, eléctrico y blindado, solo para algunos bolsillos, supongo. Los contrastes son brutales, por la misma acera camina una mujer con tacones de diez centímetros mientras otra, descalza y sentada en el suelo, levanta el vendaje de sus piernas supurantes; en Brooklyn vi un perro con cuatro zapatos, quizá le sobraban todos y le gustaría prestar un par al niño de Gaza; frente a Radio City vi dos gatos a hombros de sus dueños; en Grand Central Terminal presencié como cuatro policías echaban a un hombre, no sé qué regla o norma habría incumplido, o quizá solo era un negro que estaba donde no debía.

Trump es tan poderoso que en las calles hay señales de color naranja con su inconfundible perfil, como un prohibido aparcar o girar a la izquierda. Delante de su torre ocho camiones estacionados juntos, y decenas de policías, actúan como barrera defensiva, indican que Donald está en casa e impiden ver qué sucede al otro lado. Durante quince o veinte minutos muchos curiosos nos arremolinamos frente a la barricada móvil intentando atisbar algo; preguntamos a algún policía simpático si papá Trump llegaba a su casa-torre-fortaleza. Ni sí ni no, solo risitas y encogimiento de hombros.

En el aeropuerto de Newark un braco alemán recorre en zigzag la fila que forman los viajeros en el control de seguridad; con cada pasada el perro jadea fatigosamente, supongo que el trabajo resulta agotador. Qué hará si detecta peligro.

Publicidad

Los neoyorquinos han empezado a adornar calles y fachadas, restaurantes y supermercados con calabazas y esqueletos, y una gran telaraña de Halloween va cubriendo suavemente la ciudad.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Primer mes sólo 1€

Publicidad