¿Qué ha pasado este viernes, 5 de diciembre, en Extremadura?
Un pájaro en mi ventana

Mirar el otoño

Pilar López Ávila

Lunes, 28 de octubre 2024, 23:05

Avanza el otoño y con él la oscuridad, los días se acortan, la luz tarda en llegar y la noche empieza antes. El otoño es ... una estación preciosa. Los atardeceres son los más bellos cuando hay nubes en el cielo azul, claro y brillante de sol, limpio de lluvia. Los últimos rayos iluminan el suelo como una linterna que quisiera alumbrar los colores de la tierra, como el color de la quitameriendas. Lirio de otoño, merendera, ahuyenta pastores, alzameriendas… son otros de los muchos nombres que recibe esta planta de hojas basales, sin tallo y pegadas al suelo, de flores de color lila. Su nombre hace referencia a que al acortarse los días los pastores suprimían la merienda y tomaban directamente la cena. En zonas norteñas la llaman aventapastores, porque florece cuando comienza la trashumancia y habían de marcharse los pastores a otras tierras.

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Mirar el otoño es mirar a los árboles que empiezan a quitarse hojas de encima al no poder llevar la savia hasta ellas, ese alimento que no encuentran ya ni en el frío suelo, ni en la luz que viene del cielo. La clorofila se esconde y las hojas se tornan amarillas, ocres, rojizas, antes de secarse y caer, antes de que el viento se las lleve en su abrazo, amontonándolas en los bordes de las aceras.

Los castaños tiran la hoja, pero se cuajan de erizos, cada uno con tres castañas, la del centro se llama «reino» y es más pequeña porque las otras dos no la dejan crecer. Así nos lo cuenta el diccionario aceytuno de la naturaleza: «Cada erizo de castaño (Castanea sativa) suele guardar tres castañas. Las de los lados, llamadas mellizas, con un lado plano y otro convexo, son las que llegan a los mercados. En el centro queda el reino, la castaña plana como una moneda, por los dos lados». En Alcuéscar y en otros lugares de Extremadura, ir a asar las castañas al campo el día de Todos los Santos lo llaman la Chaquetía, y antes los jóvenes iban por las casas pidiendo frutos del otoño para comer ese día: nueces y bellotas, higos pasos y granadas, castañas, también dulce de membrillo.

Mirar al cielo de este otoño es ver pasar un cometa, uno que no regresará hasta dentro de 80.000 años, y como no sé si estaré viva por entonces me apresuro a salir en su busca y lo veo, con mi hijo Miguel, un atardecer de finales de octubre desde La Sierrilla cacereña. Procedente de la Nube de Oort, el cometa Tsuchinshan, cuyo nombre en chino mandarín significa Montaña Púrpura, tuvo su máximo acercamiento al Sol el 27 de septiembre, a tan solo 58 millones de kilómetros; y de la Tierra estuvo el 12 de octubre a 70 millones de kilómetros. Tan cerca, o tan lejos, este cometa comparte el firmamento con los trenes de satélites Starlink de Elon Musk, a los que también miro con la esperanza de que, cuando regrese Tsuchinshan, no nos hayan robado el cielo.

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