Este 2022 no empieza con buen pie. Afrontamos la cuesta de enero cual Sísifo, con la sensación de subir una y otra vez la misma ... montaña 'ad infinitum'. Nos las prometíamos felices tras la pesadilla después de Navidad de hace justo un año. Sin embargo, el coronavirus de marras ha mudado la piel pero su nombre sigue envenenando nuestros sueños.
Publicidad
Iniciamos el año con más infectados por covid que nunca. La buena noticia es que son muchos menos los que acaban en el hospital o en la morgue que en el pasado crudo invierno. Esto lleva a expertos como los cuatro extremeños con los que ha hablado el compañero Álvaro Rubio (ver la pagina 3 de esta edición de HOY) a creer, con cautela científica, que la variante ómicron, más contagiosa pero menos agresiva, anticipa el fin de la pandemia, que puede estar dando sus últimos coletazos antes de convertirse en una endemia, en una suerte de 'gripe' estacional. Y eso, como explica la prestigiosa viróloga cacereña Ana Fernández-Sesma, es «gracias al gran porcentaje de personas con inmunidad por infección o por las vacunas».
Aun así, todavía hay no pocos fabuladores que cuestionan las vacunas. Lo sorprendente es que entre ellos haya escépticos con espíritu crítico y bien educados capaces de dar crédito a enrevesadas y conspiranoicas teorías viralizadas por medios de dudosa o nula credibilidad. Estos antivacunas se dejan arrastrar por los prejuicios y el sesgo de confirmación, la tendencia a apoyar y buscar la información que confirma las propias creencias o hipótesis, en vez de emplear la navaja de Ockham en sus razonamientos.
Dicha navaja es un principio metodológico, atribuido al filósofo franciscano Guillermo de Ockham (1280-1349), según el cual «en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la más probable». El nominalista Ockham le afeitó así las barbas al idealista y complejo Platón con su práctica y sencilla navaja.
Publicidad
En dicho fraile franciscano y en Sherlock Holmes se basa el protagonista de 'El nombre de la rosa', Guillermo de Baskerville. De hecho, Holmes tenía una infalible máxima para resolver los casos más complicados que guarda similitud con la navaja de Ockham: «Si eliminas lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, ha de ser la verdad».
En definitiva, lo que Ockham y Holmes proponen es separar el grano de la paja y evitar las hipótesis peregrinas para dar con el quid de la cuestión o la solución.
Otra conocida navaja es la de Hanlon, regla empírica que establece que «nunca atribuyas a la maldad lo que se explica adecuadamente por la estupidez». Ya se sabe que la ignorancia es atrevida y el cáustico historiador Carlo Cipolla advierte que la estupidez es la forma de ser más dañina, peor aún que la maldad, porque al menos el malvado obtiene algún beneficio para sí mismo, aunque sea a costa del perjuicio ajeno, mientras que el estúpido causa un daño a otra persona o personas sin obtener un provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio. Paradigmático es el caso de los antivacunas o negacionistas de la covid que acaban contagiados gravemente.
Publicidad
Mas, ¡cuidado!, la estulticia, que es prima hermana de la intolerancia y la arrogancia y no distingue entre ideologías ni clases, es más contagiosa que la ómicron. Ya avisaba Albert Camus en 'La peste' que «la estupidez siempre insiste».
Primer mes sólo 1€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión