¿Qué ha pasado este viernes, 5 de diciembre, en Extremadura?

Un millón de tejados

Tribuna ·

En España no podemos seguir desperdiciando tanto sol, que sirve para algo más que para broncearnos en la playa y para atraer turismo boreal. No sabemos aprovecharlo como otros países aprovechan su nieve o sus vientos

eugenio fuentes

Domingo, 11 de septiembre 2022, 10:06

Mientras caía el Muro de Berlín y los picapedreros más avispados guardaban los cascotes para venderlos algún día a los turistas, en 1989 ocurrió otro ... hecho decisivo del que se habló muy poco: para fomentar las energías renovables, el gobierno alemán del canciller Helmut Kohl le pidió a la población que colaborara voluntariamente instalando placas solares en cien mil tejados del país. El gobierno subvencionaría el 50% de los gastos.

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En pocas semanas hubo que cerrar la convocatoria, porque las solicitudes desbordaron todas las previsiones. Y no creo que se tratara solo de la subvención. También se trataba del carácter laboral germánico, muy bien reflejado en ese duro refrán suyo que nunca se podría haber inventado en España: ningún arado debe detenerse por respeto a un hombre que se está muriendo.

Por entonces, en Alemania no había grandes fábricas de placas solares, ni empresas instaladoras, ni técnicos en la materia. Pero a partir de entonces se desarrolló una poderosa industria de renovables y el país, siendo oscuro y nuboso y de días cortos, se convirtió en el mayor generador de energía fotovoltaica de Europa. Su producción actual supera la de España, Italia y Portugal juntos. Y triplica la de nuestro país. Sin toda esa potencia instalada, que calienta el agua del consumo doméstico y aporta vatios a la red eléctrica nacional, el corte del gas ruso decretado por Putin sería mucho más dramático.

La convocatoria tuvo, además, un efecto secundario trascendental: aumentó la conciencia ecológica de los ciudadanos y la mentalización sobre la necesidad de cuidar el medio ambiente.

Si esto sucedía en 1989 en Alemania, yo quiero imaginar que treinta y tres años después, la duración de la vida de Cristo, son suficientes para que en España hayamos aprendido algo del ejemplo alemán. Aunque no haya subvenciones tan altas, la energía se ha convertido en un tema de interés nacional. Pero cuando imagino que a los españoles se nos pidiera que instaláramos placas solares en un millón de tejados…, no sé qué pensar.

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Camino por esta ciudad en la que vivimos, donde el sol calienta de lo lindo de San Fernando a San Miguel y luce casi todo el año. Y aunque esté un poco nublado, no importa: la luz solar atraviesa las nubes y sigue produciendo vatios. Camino y miro hacia los tejados. El paisaje de arcilla es casi absoluto, incluso en los barrios de gente más acomodada, con más recursos económicos y casas unifamiliares donde la decisión es individual. Solo aquí y allá, excepcionalmente, se ven algunos paneles. Desde el balcón de mi apartamento miro enfrente las grandes cubiertas de los edificios de la avenida y ni una sola comunidad de vecinos ha instalado placas sobre las extensiones de tejas, que terminan absorbiendo el calor como braseros, para arrojarlo luego sobre las viviendas de las últimas plantas. Y ni siquiera en las grandes naves de los polígonos industriales del extrarradio hay placas en las cubiertas, cuando tanta energía necesitan las industrias.

Aquí cuesta imaginar una repetición de esa conciencia nacional alemana mancomunada en una tarea colectiva, al margen del color político de quien la proponga. Ante cualquier iniciativa que provenga de un gobierno al que no hemos votado, aquí preguntamos: ¿de qué se trata, que me opongo?

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Ahora se nos pide que mantengamos el aire acondicionado a 27º en edificios abiertos al público. Pero pongamos que uno va a una notaría de cuyo nombre no quiero acordarme a firmar unos papeles y encuentra la puerta de un despacho abierta y el termostato digital del aire acondicionado a 25º, ajeno a la normativa. Se supone que una notaría es un lugar de respeto hacia las normas, donde se da fe de vida y de muerte, de propiedad y de testamentos, donde se acatan y se toman muy en serio las leyes, al menos las de la propiedad privada, aunque no sé si siempre las de interés público. Lo que sí está claro es que pueden pagar la factura de la luz. Una notaría pobre es un oxímoron.

Creo que en España no podemos seguir desperdiciando tanto sol, que sirve para algo más que para broncearnos en la playa y para atraer turismo boreal. No sabemos aprovecharlo como otros países aprovechan su nieve o sus vientos, haciendo de la necesidad virtud. Nos pesa tanto la tradición de sufrirlo sobre las espaldas, hemos maldecido tantas veces del trabajo de sol a sol, tanto nos han educado para defendernos de sus rayos que ahora nos cuesta considerarlo como un aliado.

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Ni hay un gobierno decidido que pida un millón de tejados españoles para instalar placas ni hay un millón de ciudadanos decididos a instalarlas.

Y sin embargo iniciativas así permitirían reducir no solo la dependencia del gas ruso o argelino, del petróleo árabe, del uranio de no sé dónde, y contribuir al ahorro del agua de los pantanos que tanto necesitamos para calmar la sed que viene.

No nos queda mucho tiempo. En el verano interminable que por fin se marcha hemos pasado más calor que en la suma de los diez anteriores. O paramos ya el cambio climático o comenzaremos a arder por combustión espontánea.

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