Imagen de Guillermo Fernández Vara con José Antonio Monago tras perder las elecciones en 2011.
Opinión

Guillermo Fernández Vara: un político a cuerpo gentil

Manuela Martín

Directora de HOY (2018-2022)

Domingo, 5 de octubre 2025, 07:53

Conocí a Guillermo Fernández Vara años antes de que se dedicara a la política, quizás en 1990. No recuerdo el titular que le puse a la entrevista que le hice en el hotel Heredero de Olivenza, pero sí que traslucía pasión por las causas sociales y por Extremadura. Como profesional brillante podía haber elegido cualquier ciudad con mayor proyección que Badajoz, pero quiso venirse a su tierra y contribuir a su progreso. Ni él ni yo podíamos suponer entonces que acabaría siendo presidente de la Junta de Extremadura, ni siquiera consejero de Sanidad. Como forense, le conmovían, no los grandes casos, sino el dolor de los padres cuyos hijos sufrían la devastación que causan las drogas.

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A nadie le podía extrañar que esa vocación por el servicio público desembocara en la política; tampoco que, retirado Rodríguez Ibarra después de sufrir un infarto, Guillermo fuera la mejor opción que tenía el PSOE extremeño para conservar el poder. ¡Y vaya si lo conservó! En las elecciones de 2007 logró el mejor resultado que nunca habían tenido los socialistas.

Probablemente Guillermo Fernández Vara no se esperaba ni esa supermayoría, ni el revés que en 2011 (crisis económica mediante) le mandó a la oposición. Decidió resistir, tratar de recuperar el favor de los extremeños cuatro años después, y lo logró. Conoció el cielo y el infierno de la política, el halago infinito en el triunfo y el desprecio cobarde en la derrota.

Pero si algo se me ocurre destacar de Guillermo hoy que por desgracia lo despedimos es su temple para lidiar elegantemente con los dos, con el éxito y con el fracaso.

Los periodistas, que vemos a diario cómo el poder se le sube a la cabeza hasta a los concejales de una pedanía, valorábamos su llaneza, su disposición a hablar con todo el mundo, poderoso o marginado. Su respeto a las críticas.

Guillermo decía en broma que su teléfono lo tenían todos los extremeños. Y sospecho que no sólo era verdad, sino que además la mayoría se consideraban con derecho a contarle sus problemas. Nunca se parapetó detrás de los asesores, salió a la plaza de la política a cuerpo gentil. Acertó, y fue aplaudido, y se equivocó, y fue corneado, pero siempre pensó en cómo mejorar Extremadura, la pasión que no le abandonó nunca.

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Fue generoso al entregar todo su talento y su tiempo a una región que necesita toneladas de inteligencia y cariño para seguir avanzando. Y los extremeños de todos los credos le debemos eso.

No se llevan hoy los «guillermos» y eso casi serviría para definirlo. En este ambiente político y social hostil, Guillermo Fernández Vara se sentiría descolocado, aunque no renunciaría a hablar, a entenderse y pactar si fuera preciso, con todo el mundo.

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