El acuerdo entre la UE y Mercosur para crear la mayor zona de libre comercio del mundo es una respuesta al contraproducente avance del proteccionismo ... impulsado por Estados Unidos y China. No parece casual que, tras 25 años de negociaciones, el entendimiento, al que se opone frontalmente Francia, haya sido cerrado con Emmanuel Macron en sus horas más bajas y tras el anuncio de Donald Trump de un drástico aumento de los aranceles, cuyo impacto minimizan así la Unión, por un lado, y Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay por otro. La presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, acierta al hablar de «una oportunidad económica» y «una necesidad política» para ambas partes, que diversifican así mercados y proveedores. La UE, además, contrarresta la creciente influencia china en Latinoamérica y reduce su dependencia del gigante asiático en materias primas básicas para la transición energética. Pese a las exigentes salvaguardas para proteger los productos comunitarios y a que los procedentes del Mercosur deberán cumplir los estándares sanitarios y alimentarios europeos, al pacto le espera un complicado proceso de ratificación en el que París busca aliados para torpedearlo.
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