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Verdades y mentiras

El perdón de Maixabel

Julián Rodríguez Pardo

Martes, 24 de octubre 2023, 07:39

Maixabel Lasa y su marido Juan María Jáuregui siempre creyeron que la reconciliación entre los vascos debía ser posible. Aunque a él, el 29 de ... julio de 2000, su militancia política en el Partido Socialista de Euskadi le costó literalmente la vida. Tres individuos, miembros del comando Buruntza de ETA, le descargaron dos tiros en la nuca mientras tomaba un café con un amigo en el bar Frontón, en Tolosa. Pese a ello, Maixabel continuó pensando que convivir en paz tenía que ser posible. Y cuando, catorce años después, Ibón Etxezarreta –uno de los asesinos de su marido, arrepentido de sus actos– le pidió entrevistarse con ella, accedió.

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Hoy Maixabel no considera a Etxezarreta un amigo, pero admite que pueden coincidir en cualquier acto público, dialogar sobre distintos temas y hasta tomar un café juntos. No cree que deba perdonarlo porque el perdón –dice– tiene connotaciones religiosas que ella no comparte. Curiosamente él jamás se lo ha pedido para no obligarla a elegir entre concedérselo o no. Y porque, además, considera que sus acciones terroristas son imperdonables. Sin embargo, sí ha pronunciado en voz alta un lo siento que Maixabel valora muchísimo. Tanto que, en 2014, tras varios encuentros, le permitió asistir al homenaje familiar que, cada año, se celebraba en recuerdo de Juan Mari.

Si ustedes han visto ya 'Maixabel', que Televisión Española ha emitido recientemente en abierto, quizá conozcan ya los detalles. Y, seguramente, se habrán preguntado si perdonarían al asesino de su marido, de su mujer o –aún más doloroso– de alguno de sus hijos. Yo me siento incapaz de darme una respuesta. Los rostros de mis seres queridos me dicen que este es un asunto de largo recorrido. Pero, como buen adulto que soy, a veces complico las cosas en mi cabeza y pierdo de vista su esencia. Así que he pensado en cómo les contaría la historia de Maixabel a mis sobrinos. Y tras pelearme con los posibles porqués con los que interrumpirían mi relato, creo que este sería un buen inicio: ETA es la historia de un grupo de gente que se equivocó en lo que hizo.

Aunque tampoco me hagan demasiado caso. Mis sobrinos me han dicho esta mañana que escribir una columna sobre el perdón es raro… ¡Muuuy raro! Así, con varias úes. Y puede que tengan razón. Porque, según ellos, los periódicos hablan de cosas que les pasan a las personas. E –imagino– lo del perdón, en abstracto y de sopetón, les debe resultar un abismo. Como a mí. Pero esto último –compréndalo– no se lo he dicho porque aspiro a engañarles durante un par de años más y que sigan pensando que su tío es un tipo listo.

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PD. Cuando llegué a estudiar a Pamplona, en octubre de 1991, ETA mataba. Tardaría treinta años en dejar las armas: el 20 de octubre de 2011. Durante los nueve años que viví allí cumplí casi a rajatabla con la exhortación que, antes de montarme en aquel tren hacia mi vida universitaria, me hizo mi padre: ¡Ni se te ocurra hablar de política! ¡Como si yo fuera de los que hablan! Por cierto, ¿ya tienen ustedes respuesta?, ¿perdonarían? Mis sobrinos piensan que perdonar te convierte en alguien importante. Pero, a veces –me dice uno– mi cuerpo no quiere. Ni el mío. A veces.

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