Si a ustedes también les convencieron los de Ikea para montar una república independiente en su casa, habrán comprobado lo caro que resulta fundar una ... nación escandinava en España. ¡Y lo que se parece a la del vecino! Por eso, en casa, siempre hemos sido más de ese principio de la filosofía moral de todo buen padre –y buena madre–que reza así: ¡Porque lo digo yo y punto! Y fíjense si no nos ha ido mal que, hasta en las comidas familiares, me pongo una peluca negra lisa para parecerme a la hija de Kim Jong-un –el líder de la República Democrática de Corea del Norte–. Aunque, debo admitirlo, creo que acabo pareciéndome más a Miércoles, la hija de la Familia Adams. ¡Para qué mentirles!
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Como mi madre siempre dice que quien no vota, no tiene derecho a protestar, mi hermano y yo acudimos en masa a las urnas y, libremente, introducimos el sobre que nuestros padres previamente nos han dado. Pero como yo siento pena por las horas de aburrimiento democrático que soportan los miembros de la mesa electoral, aprovecho algún despiste de mis progenitores para introducir dos o tres cromos de la Súper Liga que les robo a hurtadillas a mis sobrinos. Después imagino sus caras de alivio al encontrarse con Bellingham o con Kroos durante el recuento…, ¡y me siento mejor ciudadano! Porque desde que los apoderados de los partidos merodean por las urnas, no hay manera de hacer trampas con las papeletas. Y un juego de mesa sin trampas, no es tal juego. Como las promesas que los políticos nos hacen a veces a los niños... Que ni son promesas, ni son ciertas.
Con tanto fango de por medio, ni nos hemos enterado de qué modelo de Europa hemos votado. Hasta Alvise Pérez se limitó a decir: «Claro que tengo programa, pero no lo publico…, porque soy perro viejo». Aunque yo creo que lo suyo fue más por obediencia al papa Francisco y su mandato de reducir la duración de las homilías dominicales. Y como las almas puras son siempre agradecidas, ochocientos mil españoles lo han enviado a Bruselas a ganar diez mil euros brutos al mes, más dietas y gastos generales. Que el pobre Pérez hasta ha tenido que abrirse una cuenta naranja en ING Direct para gestionar lo del famoso sorteo de dicho salario entre sus seguidores. A ver, si no, cómo le explica a Ursula von der Leyen que a los descendientes de Curro Jiménez –otro antisistema como él– nos rechifla eso de facturar con IVA.
Nunca he pensado que haya votantes tontos: incluso cuando Donald Trump ganó en 2016 las elecciones presidenciales estadounidenses, esa explicación me pareció simplista. ¡63 millones de idiotas se me antojan demasiados! Pero, últimamente, ya dudo de mis principios y empiezo a plantearme pasar una temporada de reflexión en algún asilo político norcoreano. ¡Con lo limpias que se ven siempre las papeletas del voto en blanco! Como, además, Carlos Alcaraz –ese chico tan majo- siempre menciona que su abuelo le enseñó que hay que jugar con «cabeza, corazón y cojones»–, no dejo de preguntarme con qué parte del cuerpo habremos votado los españoles el 9 de junio. En lo que a mí respecta, si me guardan el secreto, se lo confieso: ¡Con mi peluca! Por si acaso.
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