Me asombra el caso 'Almaraz', me fascina. Para un milenial como yo, que exista aún esta cuestión es como descubrir que llevo cargándome a Bob ... Dylan más de dos años y Wikipedia me indique que sigue vivo. A veces ocurre que mato a gente que está muy viva, como cuando se estrenó 'Invictus' en 2009: la vi diciéndome «qué gran hombre fue Mandela» y el estaría, qué sé yo, en un sofá, a su paz. Esto de descubrirse ignorante en algo le pone a uno triste, aunque solo dure unos instantes porque es muy humano que, al encontrar a alguien bañándose en la misma inopia, la ignorancia se abrace como una nueva alegría.
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El caso es que antes de que la moda en Extremadura fuese defender Palestina o la soberanía saharaui, el top uno de las reivindicaciones en festivales punk y en el arte urbano de puentes de carretera era un escueto «Cierren Almaraz». Por lo que sea, ser progresista tiene que ver con cerrar cosas: centrales nucleares, la puerta de tu casa en una pandemia, Israel.
Un servidor creía zanjada la duda en relación a qué necesita la región más pobre de España. Así, cuando todos parecíamos estar de acuerdo, se obró el milagro: en rigor, un sabio proclamó que nuestra necesidad más imperiosa tiene que ver con el empleo, pero no ganarlo, sino perderlo; 3.000 puestos, concretamente. No quiero más genios, tráiganme unos idiotas.
Ante esto, más de 10.000 personas salieron a manifestarse con María Guardiola a la cabeza y uno no puede evitar sudar un poco porque cuando un político sale a la calle a gritar con el pulmón no está haciendo política, está haciendo campaña. Un presidente, un ministro, por decir uno, junto a una turba excitada no solo está reivindicando algo, está también lanzando el mensaje de que su músculo político se acabó, y ya no hay vía oficial que arregle esto.
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El Gobierno central, escondiendo con el pie la bandera de la Agenda 2030 debajo de la cama, se lavó las manos al asegurar que el cierre ha sido una decisión de la propia empresa porque Europa les exige mucho dinero para prolongar la vida útil de la planta. El homólogo de esto en una película medieval sería un verdugo ahorcando a un fulano y, tras la fractura de cuello, decirle a la viuda que la culpa fue de la cuerda.
Un apunte: hay una teoría que dice que el aleteo de una mosca provocaría un huracán en la otra punta del mundo. Es muy probable que ocurriera aquí (el huracán) porque es aquí donde suceden las desgracias. Por ejemplo, siempre habrá más probabilidades de que un aleteo de mariposa provoque el cierre de una juguetería en Almendralejo que de una central nuclear catalana, como está pensado que ocurra en 2030 con la planta de Tarragona.
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