«Todos somos muy indies hasta que suena la charanga», eso le dijo, sin complejos ni anestesia, King África a un colega. El cantante y ' ... showman' argentino actuaba en un festival cuyo cartel incluía nombres como Dorian, Sidonie, Hinds y otras bandas indie de culto. El público se repartía entre los bares, la zona de acampada y la explanada del concierto, pero cuando King, o sea, Alan Duffy, se arrancó con Paquito el Chocolatero, hubo una estampida general hacia el escenario.
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King África sigue siendo el rey del verano. Vive entre Valladolid y Puerto Banús y cobra por actuación 6.000 euros. Por 8.000, lleva dos bailarinas y por 10.000, cuatro, pero los productores de festivales le dicen que ya se basta él con su imponente presencia para llenar el escenario y optan por la tarifa ahorro. Y, efectivamente, entre La Colita, Paquito y La Bomba, King te levanta un festival indie, pop, rock...
Hay, sin embargo, un estilo inasequible a la charanga y al pop dance latino y tropical: el hardcore, ese rock enérgico, agresivo y comprometido. Mi hijo tiene un grupo hardcore con el que gira por gaztetxes y salas alternativas de media España, pero no puedo decir su nombre. Hace años, me dejó en el móvil un mensaje escalofriante: «Tenemos que hablar». Llevado por mi educación clásica, casi medieval, imaginé confesiones irremediables del tipo: «Papá, soy gay… Papá, voy a tener un hijo… Papá, quiero estudiar ballet». Pero no, simplemente me hizo un ruego: «No vuelvas a escribir en tu periódico sobre mi grupo de rock». Los hardcore no se casan con nadie, no quieren promoción, consideran una rendición aparecer en una columna y son tan duros y tan íntegros que no los mueve ni la charanga.
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