Los europeos logramos hacerlo de nuevo. A lo largo de la Historia, nuestros navegantes y exploradores conquistaron tierras ignotas, abrieron rutas comerciales y conformaron el ... atlas del mundo tal y como lo conocemos en la actualidad. Hace apenas unos días, la Agencia Espacial Europea ha conseguido adelantarse a rusos, chinos y norteamericanos, completando el mapa tridimensional más preciso y detallado de la Vía Láctea realizado hasta la fecha. No es nada nuevo. El mismo tesón que dio para rendir mares y continentes a nuestros antepasados, sirvió para arrancarle secretos a las estrellas: en el siglo II A. C. Hiparco de Nicea alcanzó a inventariar 850, en el XVI D. C. Tycho Brahe elevó la lista a más de mil, en 1989 el satélite Hipparcos las multiplicó por 120. Hoy, el catálogo de la sonda Gaia generará información extremadamente rigurosa sobre mil millones de estrellas.
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La sonda Gaia, bautizada así en homenaje a la diosa que personifica la Tierra en la mitología griega y en cuyo proyecto, por cierto, son mayoritarias las empresas españolas, con una aportación de 38,6 millones de euros, partió de la Guayana Francesa el 19 de diciembre de 2013, dispuesta a observar la galaxia a 1,5 millones de distancia y cartografiar la pléyade de cuerpos astrales, cuásares, lunas, planetas y asteroides, que nos rodea. Un mes más tarde alcanzó el punto óptimo de observación orbital y comenzó a recopilar 50 GB diarios de datos espectroscópicos, que fue suministrando a la estación abulense de Cebreros, uno de los tres observatorios mundiales habilitados para tal fin. Desde entonces, las remesas de datos han ido completado el puzle de nuestra galaxia, un minúsculo oasis en la inmensidad del universo, donde las distancias se miden en millones de años luz, revelando la velocidad a la que se alejan o acercan las estrellas, su edad, masa o composición química.
Con todo, la comunidad científica internacional ha destacado que la lectura más importante que se puede extraer de los datos aportados por Gaia es que nos ayudará a comprender mejor no solo el interior de los astros, donde diversos estudios tratan de imitar el proceso de nucleosíntesis para generar energía inagotable y limpia con los reactores que disponemos, sino fundamentalmente el exterior, ya que la sonda ha revelado la existencia de terremotos estelares hasta ahora desconocidos: formidables movimientos sísmicos con capacidad de deformar la superficie y tsunamis de magnitud impensable que pueden llegar incluso a modificar su forma esférica.
La sonda Gaia ha venido a recordarnos la insignificancia de nuestras vidas. Apenas somos los exiguos y microscópicos inquilinos de una vasta galaxia en permanente evolución, una humilde gota a su vez en la infinitud del universo. El ruido de las guerras, las bajezas y las pasiones humanas ni siquiera representa un sordo susurro, incapaz de incomodar la armoniosa polifonía de los cuerpos celestes, pero aprovechando que tenemos un detalladísimo mapa de la Vía Láctea quizás va siendo hora de ir pergeñando una hoja de ruta para mudarnos a otro planeta. Por si acaso.
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