Tauromaquia y conservación de la naturaleza
El toro bravo ha sido un elemento fundamental para conservar, no solo nuestras dehesas, que se disponen en los terrenos llanos, sino los bosques y matorrales mediterráneos que normalmente las circundan, situados en las laderas de las sierras, hábitats de reproducción de especies de aves, mamíferos, reptiles y anfibios muy valiosas
En el mundo conservacionista hay posturas para todos los gustos con respecto a los toros: quienes están en contra (una minoría); a quienes no les ... gustan, pero no se oponen, un porcentaje importante, quizás mayoritario, y finalmente a quienes les entusiasma la fiesta nacional y la defienden. Posicionarnos a favor de la tauromaquia no ha sido fácil, y lógicamente nos han caído algunas críticas (muchas menos de las que esperábamos, dicho sea de paso). Fondenex ya anunció en su presentación a través de los medios de comunicación que estaba a favor tanto de la caza como del toro bravo y todo lo que le rodea.
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Extremadura cuenta con casi un millón y medio de hectáreas de dehesas de encinas (principalmente), alcornoques y otras especies. De esta cantidad, unas 60.000 se dedican a la crianza, y no lo olvidemos, a la conservación del toro bravo. Casi 300.000 hectáreas tienen como finalidad en España albergar ganaderías de toros de lidia, y en los campos extremeños tenemos casi el 20% de esta superficie, con unos 120 hierros.
¿Y qué es la dehesa? Pues una tierra poblada de encinas, alcornoques u otras especies, que proviene de un término latino «defesa», un terreno que se acotaba para pastos aprovechando la fertilidad que los árboles daban al suelo. Es un aprovechamiento ganadero tradicional, racional y sostenible, que se remonta a tiempos muy antiguos y que durante siglos ha mantenido la economía de amplias zonas del oeste y suroeste peninsular.
En cuanto a biodiversidad, una dehesa es un «arca de Noé». No solo hay que considerar los animales silvestres que crían en nuestros encinares y alcornocales adehesados, sino los que se alimentan en estos hábitats. Joyas de la fauna ibérica, como el sapo partero ibérico o «sapillo de los encinares», endemismo que a nivel mundial solo vive entre la cuencas de los ríos Tajo y Guadiana; el elanio azul, una de nuestras rapaces más escasas y valiosas, que nidifica en encinas de dehesas aclaradas; multitud de aves insectívoras, etc… Pero las dehesas son territorios de caza fundamentales para la supervivencia de muchas especies en peligro de extinción, como el águila imperial ibérica, el águila perdicera, carroñeros como el buitre negro o mamíferos como el lince ibérico. Y en invierno, albergue fundamental para aves procedentes del norte de Europa, con las grullas como símbolo.
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El futuro de miles de hectáreas de dehesas en España depende del toro bravo, y este, de la existencia de las dehesas. Muchas fincas de encinares no habrían llegado hasta nosotros, en el siglo XXI, si no se hubieran dedicado al toro de lidia: este fue un eficaz defensor de nuestras dehesas cuando en los años 60 y 70 del siglo pasado, uno de los 'deportes nacionales' era arrancar encinas bajo la permisividad (y hasta impulso) del Icona y del Iryda. El toro bravo ha sido un elemento fundamental para conservar, no solo nuestras dehesas, que se disponen en los terrenos llanos, sino los bosques y matorrales mediterráneos que normalmente las circundan, situados en las laderas de las sierras, hábitats de reproducción de especies de aves, mamíferos, reptiles y anfibios muy valiosas.
La tauromaquia, arte de lidiar toros, posibilita la crianza y la conservación de una especie única en el mundo, porque estos orgullosos animales, no sirven para otra cosa que para ser lidiados. Es decir: si no existieran corridas de toros, el toro bravo posiblemente desaparecería o se vería relegado a una población residual y testimonial, como la Blanca Cacereña, una joya que esperemos que no desaparezca.
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Pero la tauromaquia no es sólo lidiar toros, sino también lo que conlleva a su alrededor, pues aparte del mantenimiento de hábitats naturales y seminaturales de gran valor, protegidos por la Unión Europea, es responsable de la conservación de gran cantidad de tradiciones culturales, de edificios singulares (fundamentalmente plazas de toros), inspiración de obras maestras de la literatura o de la pintura y hasta de películas, que por su calidad, han pasado a la posteridad. No en balde, la tauromaquia ha sido declarada patrimonio cultural español con el deber de ser protegido por los poderes públicos (Ley 18/2013).
No podemos terminar esta exposición sin hablar de dos factores. El toro de lidia da trabajo en España a unas 60.000 personas, que en su mayoría viven en el mundo rural y con su presencia evitan ese despoblamiento de muchas localidades que tanto preocupa hoy a la sociedad, y esto no se puede olvidar, pero es que, además, son muchas más las que se benefician del toro bravo, ya que si consideramos a las familias de los trabajadores, se podría alcanzar, en una estimación a la baja, casi 200.000 personas.
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Y no rehuímos el aspecto polémico: animalistas, algunas corrientes ecologistas y ciertas formaciones políticas quieren acabar con la tauromaquia. Fondenex es una entidad conservacionista, que no animalista, ni ecologista al uso tradicional, como ya hemos dejado claro. Uno de nuestros principales fines es la defensa de nuestro patrimonio faunístico, integrado no sólo por animales silvestres, sino también por ese tesoro que son las especies ganaderas autóctonas. ¿Cómo engrana esto con ser taurino? No lo vemos complicado: no nos gusta el sufrimiento de los animales, por supuesto, hemos dedicado gran parte de nuestra vida a evitar la desaparición de especies salvajes en peligro de extinción y razas domésticas ya casi desaparecidas, pero al ver una corrida de toros, ese duelo entre animal y hombre, ese arte que es el toreo, a muchos de nosotros nos emociona, y cuando se indulta un toro, es la mayor satisfacción que podemos tener los que somos partidarios de la tauromaquia. Un toro de lidia es feliz en la dehesa los años que vive en ella, normalmente de tres a cinco, más que un perro en un piso o un loro en una jaula. Los defensores de la tauromaquia respetamos la opinión de los antitaurinos, pero nos gustaría que vieran mucho más allá de la mera presencia de un toro en una plaza: que imaginen a ese animal bravo en medio de una dehesa, un mundo de biodiversidad al servicio del mundo rural, es decir, del hombre.
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