El pasado 4 de noviembre tomaba posesión como nuevo académico de la Fundación Academia Europea e Iberoamericana de Yuste el catedrático de Historia Contemporánea de ... la Universidad de Extremadura Enrique Moradiellos. En su discurso de ingreso, contestado por el expresidente Ibarra, el también Premio Nacional de Historia desplegó ante los presentes un magistral recorrido de la historia de Europa desde la Antigüedad clásica hasta nuestros días, desde los lejanos tiempos en los que el Mediterráneo era el Mare Nostrum y el centro del universo conocido hasta una actualidad en la que la hegemonía y los intereses del mundo se desplazan al eje del Pacífico. Como si fuera una ley de rotación física inalterable, pareciera que el foco de la humanidad fuera progresivamente trasladándose hacia el oeste. Primero fue la pérdida de centralidad del Mediterráneo a favor del Atlántico tras el descubrimiento de América, luego fue la propia América con las dos guerras mundiales y ahora, en esta nueva era de la globalización tecnológica y postindustrial, es el sudeste asiático y China donde parece jugarse la partida de nuestro futuro. Estados Unidos lo sabe y por eso su actividad diplomática y comercial está cada vez más centrada en los países de Asia-Pacífico en una doble estrategia de contención frente a China y de encauzamiento del creciente potencial del gigante asiático. Recordemos solo un dato: tres de los cuatro países más poblados del mundo se encuentran en Asia-Pacífico: la India, China e Indonesia, que tiene ella sola casi 280 millones de habitantes. Y si un día fue Europa la gran fábrica de la humanidad, de donde salían los metales, los coches, los trenes, los equipamientos y las máquinas, hoy lo es el otrora Oriente: los microchips de Taiwán, la afinada producción tecnológica de Japón y Corea del Sur o la gran manufactura de China y Vietnam.
Publicidad
¿Y Europa? ¿Dónde queda y dónde quedaremos en este nuevo mapa? Nos decía el profesor Moradiellos que el antiguo mapa, el de Mercator, en el que Europa era el centro del planeta, ya está perdiendo su vigencia. La Europa del Humanismo, de las grandes ideologías, del Renacimiento y el Barroco, la Europa de Grecia, Roma y Jerusalén, parece hoy vivir autosatisfecha en su envejecido museo, escuchando a sus grandes compositores y disfrutando de sus monumentos, de sus cuadros y excelsas obras. Como Narciso, Europa corre el riesgo de morir en medio de su propio embelesamiento, de un complaciente conformismo que puede derivar en indiferencia, inmersa toda ella en una permanente película de Sorrentino. Como el nuevo académico de Yuste defendió, si queremos evitar la pérdida de influencia de Europa necesitamos seguir construyendo y profundizando la Unión por encima de los nacionalismos y los localismos que la acosan. Dotarnos de una verdadera autonomía estratégica en un mundo cada vez más complejo y saber utilizar en beneficio propio nuestro mayor potencial, el Estado social y democrático de Derecho. Porque la unión hace la fuerza necesitamos, añado, no solo contemplar a Europa, sino creer en Europa.
Primer mes sólo 1€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión