¿Qué ha pasado este viernes, 5 de diciembre, en Extremadura?
Desde otra perspeciva

¿Qué tal una parejita en Monfragüe?

Felipe Sánchez Gahete

Sábado, 20 de abril 2024, 08:08

Los cazadores solemos tener otras virtudes. Por primera vez en muchos años y en cientos de artículos, presumo de ello, pero pienso que la caza ... forma parte de una manera de entender la vida que conlleva otras cosas generalmente buenas.

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La mayoría de los cazadores vivimos y dejamos vivir, vamos por derecho y no disfrazamos lo que queremos con causas espurias y mira que nos empujan a ello, ponemos las perras de nuestro bolsillo para hacerla posible y sostenible frente a tanto anticaza paniaguado que cuando no vive de ello lo explota en propio beneficio… ¿Cómo habrían acabado Cabañeros o Doñana sin dueños cazadores?

Hay de todo, claro, pero muchos disfrazan resentimiento, cuando no odio, de proteccionismo y solo entienden una manera de disfrutar las cosas, la suya: «El Parque Nacional de Monfragüe supone apenas un 1% de la superficie de Extremadura, por lo que los cazadores y la administración, que tanto vela por ellos, no tienen realmente problemas de disponibilidad de terrenos cinegéticos, pudiendo así permitir que esta pequeña porción de la naturaleza extremeña sea concebida para uso y disfrute del resto de ciudadanos que acuden a visitarla». Ambas cosas no están sin embargo reñidas, al contrario, son complementarias.

Todos sabemos que proteccionismos más ideológicos que científicos traen consigo temibles epizootias. En 1987 un brote de sarna en el Parque Natural Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas diezmó la población de cabras dejándola reducida al 3% de las existencias.

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Los buenistas suelen mandar a la fachosfera –nos gustaría más a la facosfera, sería nuestro paraíso– a aquellos que intentan racionalizar la inmigración salvaje o el fenómeno okupa. Ahora sus homólogos animalistas tienen un nuevo frente.

¿Los que se rasgaron las vestiduras porque el Rey había cazado un elefante, lo hacían porque temían que acabara con la especie o ellos querían acabar con el Rey?

El presidente de Botswana, Mokgweetsi Masisi, quiere regalar, endilgarle más bien, 20.000 elefantes a Alemania. La ministra de Medio Ambiente, la verde Steffi Lemke, siempre fastidiando, no pueden evitarlo, pretende que los cazadores alemanes no puedan traer sus trofeos a casa.

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Trofeos, of course, sometidos a la más estricta trazabilidad. Por si no lo saben, ella sí, en esto hay mucho ignaro, una cosa que se llama Cites, que se redactó en 1963, antes de que naciera Steffi, entró en vigor el 1 de julio de 1975. Cites, acrónimo de Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres, velaba y vela por ellos.

Masisi reprocha al Gobierno alemán que es «muy fácil» opinar desde Berlín mientras en Botswana los elefantes destrozan cosechas y aldeas cuando no matan. La caza constituye la mejor y más barata ayuda para controlar la sobrepoblación generando además muchos ingresos.

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Botswana tiene más de 130.000 elefantes y aumenta anualmente su población a pesar de la caza y de donar a países vecinos.

Poner freno a la caza legal solo lograría, como sucedió en Kenia, disparar la caza furtiva.

Importando, verdes, que es gerundio.

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