A pesar de que durante la pandemia muchos se han atrevido a encender los fogones con asiduidad o desempolvar la Thermomix, aquellos que no son ... muy amantes de la cocina, les salen las croquetas 'deconstruidas' sin hacerlo a propósito o se niegan a alimentarse calentando la comida ultraprocesada de los supermercados, no han tenido más remedio que acostumbrarse a pedir comida para llevar. Es la mejor alternativa tanto para los consumidores como para los empresarios. Servir comida a domicilio es lo que está permitiendo que muchos negocios puedan seguir sobreviviendo durante la crisis sanitaria ante la restricción de aforos o incluso el cierre de los bares y restaurantes como ocurre en Extremadura.
Publicidad
Hasta hace poco la oferta se limitaba a fast food, pero la pandemia ha acelerado la llegada de los platos caseros y hasta la alta cocina a los domicilios, porque con las plataformas digitales tipo Glovo, Just Eat o Uber Eats, que agrupan establecimientos que ofrecen la opción de recoger o que te llevan la comida a casa, los consumidores tienen acceso a un amplio abanico de restaurantes, incluso a algunos con estrellas Michelin. Ante la debacle a la que enfrenta la hostelería, al sector no le ha quedado más remedio que «reinventarse», esa palabra que en los últimos meses se ha puesto tan de moda. Y la salida más factible es ofrecer a sus clientes platos a domicilio para continuar generando ingresos y no despedir a sus trabajadores.
La pandemia está cambiando los hábitos de consumo, pero esto no es algo nuevo. Recientemente los arqueólogos han descubierto en Pompeya un puesto ambulante de comida para llevar, un antiguo termopolio muy bien conservado, uno de los ochenta que existieron en la ciudad italiana que fue sepultada por la erupción del Vesubio en el año 79 d. C. Allí servían bebidas y comida calientes, era el antepasado de los restaurantes actuales, el origen de la comida para llevar y por lo que parece se asemejará al tipo de restaurantes del futuro 'postpandemia'.
No soy de las que pasan horas y horas en la cocina y ni el confinamiento ni la 'semireclusión' posterior han despertado la cocinera que hay en mí, pero no tengo la costumbre de pedir comida a domicilio porque siempre tengo comida en casa y las socorridas pizzas, que era lo que más frecuentemente antes pedía la gente, para mí son como un enorme disco de prohibido. Cocino como si en casa viviese una familia numerosa, lo que me permite guardar en tuppers y congelar (mi congelador se asemeja a los coloridos contenedores de los puertos, con envases cuadraditos para no desperdiciar espacios) para comer saludablemente sin pasar mucho rato en la cocina. Eso sí, nunca tiro comida, la reciclo y le echo imaginación, y lo mismo hago una tortilla con los garbanzos que sobraron del cocido que unos espaguettis vegetarianos (léase calabacín cortado como si fuera este tipo de pasta) con gulas.
Publicidad
Solía comer fuera los fines de semana, pero principalmente para quedar con los amigos, no porque fuera especialmente 'gourmet', y aunque echo de menos esas comidas, sobre todo por la compañía, después de meses viviendo en una especie de realidad paralela a la que estábamos acostumbrados, en la que la covid lo invade todo y nos angustia, mi propósito para 2021 será tomármelo todo con sentido del humor, que para eso no hay restricciones... aún.
Primer mes sólo 1€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión