Saberes inútiles

Las espaldas

César Rina Simón

Viernes, 2 de mayo 2025, 22:52

Días antes de las elecciones municipales de 2023, el programa Hora 25 de la SER se trasladó a Cáceres para escuchar el latir político de ... las provincias. Alonso de la Torre fue el invitado autóctono para compartir tertulia con Esther Palomera y Juan Manuel de Prada. Fue un diálogo de sordos, representativo de lo invertebrado que está nuestro país, con un centro que cree firmemente que las galaxias giran en torno a la M-30. Resulta que el Big Bang puso el núcleo del universo en la capital de España. Ni Felipe II llegó a tanto. En el debate, Alonso de la Torre intentó convencer en vano a los contertulios de que la gente votaba en las municipales atendiendo a la valoración de la gestión local, incluso a simpatías personales. En un momento de atrevimiento afirmó que la alcaldía de Cáceres no dependería de la estrategia de Díaz Ayuso. De Prada y Palomera le tomaron por loco. El estetoscopio que traían venía averiado de serie, reproducía continuamente el mismo hilo musical.

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La Semana Santa en los pueblos y ciudades extremeñas es una buena oportunidad para ir perfilando el voto. De hecho, los gabinetes de comunicación han creado el trabajo de «fotógrafo de políticos en procesión», pues imaginan que los ciudadanos pasamos las horas muertas viendo a nuestros representantes desfilar. Lo que ocurre es que en ocasiones sus actitudes provocan el efecto contrario. Los partidos deberían saber esto: alguno de sus concejales y diputados, con su derroche de vanidad, sus palmaditas y su fanfarronería tan desmesurada, le hacen el juego a la oposición. No es mi propósito dar consejos –¡ésta es la columna de la inutilidad!–, pero deberían seleccionar a sus representantes en las procesiones para no caer en desgracia o en el ridículo. Ni quiero dar nombres: todos tenemos ojos y oídos. Algunos se comportan de manera ejemplar, saludan sin pavonería, se ponen donde les dicen y se marchan con un gracias. Me vienen a la cabeza algunos nombres. Sin embargo, para muchos, la Semana Santa se organiza para su lucimiento personal. Qué pena que no hayan nacido faraones, o falangistas.

Si tuviera alma emprendedora –en mi época, en las escuelas, se estudiaba Filosofía– inventaría un corsé de ensanchamiento dorsal para concejales en las procesiones. Una especie de armazón con dos varas cruzadas en forma de cruz atado a la cintura, en cuyos laterales superiores sobresalgan dos grandes hombreras. Esta estructura, colocada sobre una americana –dos tallas menor–, ensancharía majestuosamente las espaldas. Si a ello le sumamos un 'workshop' de «paseo con vara» y una sesión de blanqueamiento dental, lograríamos un efecto acorde al nivel de egos tan mayúsculos. Les presto la idea: «ensanchador de espaldas procesional».

La Semana Santa es un trampantojo asociativo creado de la nada por «buscadores del asombro», tal y como los definió hace más de un siglo Eugenio Noel. Los cofrades son los únicos protagonistas de una fiesta convocada anualmente para anunciar la primavera, celebrar la ciudad y demostrarnos que se puede obrar el prodigio pese a las espaldas anchas.

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