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El arma más letal de Putin

EL ZURDO ·

Antonio Chacón

Badajoz

Domingo, 5 de junio 2022, 07:52

No son tanques ni misiles, el arma más letal de Putin es el hambre. Sin beberlo ni comerlo, una guerra que se libra en Europa ... del este está matando de hambre a millones de personas en África y Oriente Medio. Son las víctimas colaterales de un conflicto que ha disparado los precios de los alimentos básicos.

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Putin no solo tiene el grifo del gas que vende a media Europa, arma con la que trata de extorsionar y dividir a sus clientes europeos, también se ha hecho con las llaves de los puertos ucranianos a orillas del mar Negro, donde mantiene bloqueado el grano de Ucrania. Este país es uno de los principales graneros del globo al ser el cuarto exportador mundial de maíz y el quinto de trigo. De sus cereales dependen muchas naciones pobres de solemnidad.

El 1 de junio, el papa Francisco dirigió «un apremiante llamamiento para que se hagan todos los esfuerzos para resolver esta cuestión y para garantizar el derecho humano universal a la alimentación». «¡Por favor, que no se use el trigo, alimento básico, como arma de guerra!», clamó.

Sin embargo, es eso lo que está haciendo el autócrata ruso, que culpa de la crisis alimentaria a las sanciones impuestas por Occidente a su país. «Si estas se levantaran, Rusia podría exportar grano», es su chantajista oferta, sabedor de que, como ha advertido el director ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU, David Beasley, «no abrir esos puertos en el mar Negro es una declaración de guerra a la inseguridad alimentaria global».

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Dicha inseguridad ya se disparó el año pasado a causa de la combinación fatal de guerras (olvidadas en su mayoría), crisis económicas derivadas de la covid y cambio climático. Según un informe publicado en mayo por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el PMA, 193 millones de personas de 53 países sufrieron hambre en 2021, 40 millones más que en 2020. El informe no recoge los impactos de la guerra de Ucrania, pero avisa que ya están siendo «devastadores». El PMA ha alertado de que el bloqueo de los puertos ucranianos puede terminar provocando «hambruna, desestabilización de las naciones, así como la migración masiva por necesidad».

En el mundo hay ya 100 millones de personas forzadas a abandonar sus hogares por los cuatro jinetes del Apocalipsis, según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, casi 18 millones más que el año pasado. Filippo Grandi, responsable de Acnur, se congratula de que la respuesta internacional a quienes huyen de la guerra en Ucrania haya sido «abrumadoramente positiva», pero urge «una movilización similar para todas las crisis del mundo», aunque, matiza, «la ayuda humanitaria es un paliativo, no una cura y las únicas respuestas son la paz y la estabilidad».

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En efecto, el problema hay que arreglarlo en origen, crear las condiciones para que millones de personas no tengan que salir de sus casas con lo puesto para buscarse un futuro. Pactar con el diablo en Turquía, Libia o Marruecos para sellar nuestras fronteras solo ralentizará lo inevitable. La desesperación es un arma cargada de hambre y necesidad. Y no hay barrera que pare a una persona desesperada. Quien no tiene nada, nada teme perder. Las revoluciones las emprenden ejércitos de desesperados. O compartimos con ellos el pan por las buenas, o lo acabaremos haciendo por las malas.

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