Uruguay y Arabia Saudí, rivales de España en el Mundial

El miedo moderno

EL ZURDO ·

Antonio Chacón

Badajoz

Domingo, 8 de octubre 2023, 08:09

En algún otro artículo ya he hablado de los dos conceptos de libertad (negativa y positiva) que diferenciaba Isaiah Berlin basándose en la distinción ... entre la libertad de los antiguos y la de los modernos que estableció Benjamin Constant.

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Berlin consideraba que en la historia las desviaciones totalitarias de la libertad positiva han sido «más graves» que las de la negativa, por eso se inclinaba por esta. E incluía a Constant entre los defensores de la misma, que se asimila a la de los modernos. Esta consistía, según Constant, «en el derecho de cada uno a no estar sometido más que a las leyes (...), a expresar su opinión, a escoger su trabajo y a ejercerlo, a disponer de su propiedad, y a abusar incluso de ella; a ir y venir sin pedir permiso y sin rendir cuentas (...)». La libertad positiva se asemeja a la de los antiguos, que para Constant consistía en ejercer colectiva pero directamente muchos aspectos de la soberanía en la plaza pública, al tiempo que el individuo quedaba sujeto a la autoridad de la multitud reunida. «Así, el individuo, soberano casi siempre en los asuntos públicos, era esclavo en todas las cuestiones privadas».

De igual manera, me atrevo a distinguir dos conceptos de miedo: el primitivo y el moderno. El primitivo sería el instintivo, el que surge ante una amenaza real próxima, como una bestia salvaje, un atracador, una guerra, un desastre natural... El miedo moderno, en cambio, lo causan más amenazas sentidas que verdaderas, se basa más en futuribles que en tangibles. Es el miedo a perder el trabajo, la casa, el dinero, un ser querido... Es el más extendido entre los hombres 'civilizados' de hoy, en especial entre las clases medias, esas que no solo temen perder lo poco o mucho que tienen, sino también las expectativas de ganar más, de mejorar su estatus.

Ese miedo moderno es que el avivan los nacionalpopulismos en boga, los mismos que agitan la bandera de una libertad moderna o negativa mal entendida, individulista hasta el abuso y la irresponsabilidad. Mas hasta un liberal genuino como Constant consideraba que la práctica de la libertad debe respetar las libertades y derechos de los otros. Sin embargo, los nacionalpopulistas son supremacistas por naturaleza, defienden una libertad selectiva, tribal, para su pueblo, su nación, su etnia, su religión..., mientras que se la niegan a los otros, los foráneos, los inmigrantes, a los que perciben como una amenaza. Una amenaza, más imaginaria que real, que esgrimen para excitar el miedo de la gente, su sensación de vulnerabilidad, a fin de que esté dispuesta a sacrificar libertad por seguridad.

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David del Rosario, autor de 'El libro que tu cerebro no quiere leer', sostiene que el miedo, como la energía, ni se crea ni se destruye, se transforma. Y diferencia dos maneras de afrontarlo: podemos vivirlo, abrirnos a sentirlo para cambiar nuestra relación con él, o lo opuesto, cerrarnos a él. La UE se decanta por lo segundo, visto el pacto migratorio alcanzado esta semana en Granada. No obstante, para Hungría y Polonia, gobernadas por mensajeros del miedo nacionalpopulistas, no es lo suficientemente duro. Para el caudillo húngaro, Viktor Orban, su país y el polaco han sido «legalmente violados» por dicho acuerdo.

Curioso, el expresidente extremeño Juan Carlos Rodríguez Ibarra, a quien gusta más romper cristales que limpiarlos, ha utilizado una 'boutade' similar al comparar la amnistía a los encausados por el 'procés' con «violar a 40 millones de españoles».

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Cuidado, hay palabras que las carga el diablo, que convierten el miedo en ira y odio. A quien las dispara es a quien hay que temer.

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