El pasado 23 de julio, las urnas reflejaron una España demediada, como el vizconde de la novela fantástica de Italo Calvino.
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En la obra del ... genial autor italiano, el vizconde Medardo de Terralba marcha a combatir contra los turcos y es partido en dos por una bala de cañón que lo golpea en el medio del pecho. Como resultado de esta mutilación, se convierte en dos personas que llevan vidas separadas: una mala, la mitad derecha, a la que las gentes de Terralba llaman el Doliente, y otra buena, la izquierda, a la que bautizan como el Bueno.
El perverso Doliente disfruta causando terror y dolor, al contrario que el Bueno, quien se dedica a hacer obras de caridad. Con el paso del tiempo, los ciudadanos rechazan a ambos vizcondes: al Doliente por su maldad y al Bueno porque su intrusivo altruismo y sus sermones les acaban resultando cargantes. Por consiguiente, el pueblo termina sintiéndose perdido «entre maldad y virtud igualmente inhumanas».
Asimismo, ambos se enamoran de Pamela, una vulgar pastorcilla. La moza prefiere al Bueno, pero sus padres le ordenan que acepte la propuesta de matrimonio del Doliente. El día de la boda, sin embargo, Pamela se casa con el Bueno porque el Doliente llega tarde. Entonces, este reta al otro a un duelo para decidir quién se desposará con la jovenzuela. En la lucha, ambos resultan gravemente heridos y Trelawney, el doctor de la corte, cose las dos mitades del cuerpo. El vizconde vuelve a estar completo y, junto a su esposa Pamela, tendrá una vida feliz, muchos hijos y un justo gobierno.
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En este cuento fabuloso, aparecen dos 'coros', los leprosos y los hugonotes. Con ellos Calvino también ilustra la sociedad mutilada. Para el autor, los leprosos representan el hedonismo, la irresponsabilidad, la feliz decadencia... Y los hugonotes son la mitad opuesta, el moralismo laborioso.
En nuestra España demediada, las dos partes opuestas y opositoras, tras batirse en un cruento y fratricida duelo, fueron suturadas por los cirujanos de la Transición. En el ocaso del felipismo comenzó a desgajarse de nuevo víctima de los garrotazos entre los jardineros de una rosa cada vez más ajada y los herederos del gran censor. Ahora amenaza con romperse de nuevo tironeada por separatistas y separadores. Los primeros se creen exclusivos y los segundos son excluyentes. En lugar de tenderse la mano, levantan y se enseñan los puños; en lugar de trazar una línea recta que una puntos distantes, pintan líneas rojas con tinta indeleble; en lugar de construir puentes, cavan trincheras; en lugar de sumar y multiplicar, prefieren restar y dividir. Obtusos, no comprenden que el todo no es simplemente la suma de sus partes, es más que eso, lo mismo que las partes son menos separadas del todo.
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Como cuenta el narrador de 'El vizconde demediado', el sobrino del protagonista, tras unirse sus dos partes, «Medardo volvió a ser un hombre entero, ni bueno ni malo, una mezcla de maldad y bondad (...). Pero tenía la experiencia de la una y la otra mitad refundidas juntas, y por tanto debía ser muy sabio».
Moraleja: la sabiduría es hija de la moderación y el equilibrio entre contrarios, ya que nadie es depositario ni dueño de la verdad absoluta. ¿Verdad?
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