España es ya el país de los sin techo, o los sin hogar. Sólo cuando Europa nos obliga a construir viviendas, por temor a que ... los intentos de sobrevivir alcancen cotas que nos recuerden a 'Los juegos del hambre', la política hace un leve ademán de fingir que ha tomado conciencia del asunto. Lo que ocurre aquí ni siquiera pasó en Altamira, donde hasta los hermanos Macana tenían un techo bajo el que cobijarse. En este país el cobijo se ha convertido en inalcanzable. Todos los intermediarios por los que hay que pasar hasta llegar a tener una vivienda –bancos, ayuntamientos, constructores, recaudadores, etc– sacan provecho de ello. No hay suelo público, cuando lo hay es carísimo, y esa carestía va incrementándose con cada paso que damos hasta descubrir el precio final de una casa donde vivir. La codicia forma parte del repertorio. Tanto la compra como el alquiler de una vivienda están, además, sometidos a unos impuestos desorbitados, y a quien consigue comprar le queda una hipoteca que no acabará antes de treinta o cuarenta años. Si no paga el último plazo, perderá todo lo que ha abonado anteriormente. La ley hipotecaria también ayuda, sobre todo si el 10% de impuestos que se lleva Hacienda hay que incluirlo en el préstamo, ya que a menudo es necesario financiar incluso los impuestos, y pagar intereses por los gravámenes que impone la ley. Impresionante, en un país en el que la clase pudiente cada vez compra más casas a tocateja.
Publicidad
Todo es tan inhumano, es decir, tan lucrativo, que hay profesores que, en Madrid, van a dormir a la T4 de Barajas. En efecto, habría que construir nuevas viviendas. Nunca las viviendas sociales han sido baratas, y seguirán sin serlo, por no mencionar las que Esperanza Aguirre y Ana Botella desalojaron para venderlas a fondos buitre. En España todo el mundo quiere tener una vivienda propia. Aprovechando estas locas aspiraciones, las condiciones de las hipotecas producirían risa y estupor en otros países europeos. También el alquiler se ha vuelto un purgatorio. Hasta el sufrimiento es inasequible en nuestra sociedad, porque incluso para conceder las penalidades que provoca una deuda perpetua las entidades bancarias se muestran bastante exigentes. La política se ha cargado lo más social, y los caseros han descubierto que ganan más alquilando que comprándose una lancha fueraborda y traficando en el Estrecho. A todos nos gustaría hallar una vivienda que pudiéramos disfrutar por el doble de lo que ganamos, de esa forma con lo que ganamos podríamos conformarnos con la mitad de un piso.
Dicen que ahora la política empieza a prestar atención a las necesidades de la gente humilde. Nunca se había hecho en este país, así que por falta de tradición hemos de suponer que esa atención es sólo propagandística. Las medidas que habría que poner en pie van contra los intereses de demasiados especuladores, que son los que importan. Los humildes sólo suponen votos, y los votos cada vez valen menos. Quizá de aquí a diez años otra burbuja inmobiliaria nos señale el camino que lleva a la tierra prometida. Tengamos fe en recuperar aquella lente que nos mostró que casi nada vale lo que cuesta.
Primer mes sólo 1€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión