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Lecciones de abismo

¿Qué fue de la izquierda?

Alonso Guerrero

Sábado, 6 de diciembre 2025, 01:00

Parece inevitable que haya que escribir el verbo del título en pasado, porque cualquier sueño socialista («social» en su versión etimológica, no política) fue como ... el mamut: existió y habitó la pradera, mientras el capitalismo primitivo, que era mucho más débil, intentaba cazarlo, pero se extinguió por la ley de la oferta y la demanda. En la revolución de 1848 los movimientos de izquierda buscaron una igualdad que hubiese podido cambiar el mundo, si todos los hombres fueran Platón. Surgieron comunidades fabianas, socialistas utópicos que acuñaban sueños en una sociedad que ya empezaba a crear versiones de Donald Trump. El socialismo fue una de las ideas que más influyeron en el mundo, incluso antes de que naciera Steve Jobs, pero también una de las que necesitaron más sacrificios humanos. En aquella primera etapa, el poder sólo era un instrumento. Poco a poco se convirtió en un fin. ¿Y el marxismo? Que yo sepa, nunca se ha aplicado, y menos en la URSS. La URSS reveló, una vez más, que cualquier lucha política cae en la tentación de la dictadura. Una sociedad perfecta debía de estar regida por un hombre perfecto, es decir, por un dictador. El comunismo se hizo para el pueblo, pero recaía en un único hombre. Quienes lo idearon no tienen por qué cargar con la responsabilidad de en qué terminó convirtiéndose.

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La izquierda actual, sobre todo en España, es una mera simplificación política. La izquierda española acabó con la educación, porque dejó entrar en ella a quienes no la merecían, y ahora vemos a menores quemando el pelo de los indigentes que encuentran en la calle, como si no tuvieran otra cosa que hacer. En efecto, no tienen nada más que hacer. ¿Qué ha sido de los sueños, de los intentos de crear un mundo a la medida de tu generación? Los falsos derechos han acabado con todo eso. Ahora la izquierda crea fanáticos de ultraderecha. La educación se ha llenado de personajes de 'La naranja mecánica', y la sociedad es incapaz de salir de una adolescencia donde sólo los ricos alcanzan sus sueños, que consisten únicamente en conservar lo que tienen. Es el nuevo 'fascio', al que sólo le quedan automatismos de puerta de garaje, el único que promete un falso refugio frente al vacío. Los que no pueden perseguir sueños, porque ya no sueñan, se refugian en nostálgicas fijaciones, aunque sean las franquistas.

El resultado es que la política se vuelve un instrumento que ya no sirve para cambiar o modelar la realidad. Asistimos a ella como a un teatro donde lo único que importa es el decorado. Se dice que la izquierda siempre se ha sentido poseedora de una justificación moral que no merece. Antaño luchó por el bien común, no por el bien de unos pocos, pero ha perdido esa especie de legitimidad porque los políticos de izquierda ya no son pobres, ni han tenido jamás contacto con la pobreza. Son ricos que se diferencian de otros ricos por una simple máscara que se ponen ante el electorado. Nada más. Hombres exentos de ambiciones, en una época que necesita cambios, como todas las épocas. Viene un tiempo en el que la política ya no persigue mundos mejores, sólo mundos acotados con alambradas. Los votantes socialistas siguen siendo mayoritarios, porque la sociedad necesita más que nunca justicia e igualdad, pero el socialismo real no aparece por ningún sitio.

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