El carnaval visto de perfil
Esto es el carnaval de Badajoz: para unos, colorido y jolgorio. Para otros, un mero botellón masivo con careta. Para bastantes, sufrir el ruido, destrozos, suciedad y molestias que ocasiona...
Para muchos el carnaval es la excusa para el desenfreno en la tradición de las antiguas fiestas bacanales. Para otros, expresión de la cultura popular ... y el vitalismo de la sociedad. Romper con la formalidad cotidiana y transgredir la rutina habitual. Ocasión para el divertimento y el ejercicio de actitudes y libertades de ordinario soterradas. Sus notas definitorias son el disfraz, el engaño en la apariencia, la desmesura en el comportamiento, y la afloración de la personalidad oculta de cada cual.
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Tras su recuperación en los pasados años setenta, después de que en 1935 se prohibiera por haberse convertido en un acontecimiento burdo y soez reducido a la embriaguez escandalosa de grupos marginales en torno al molino de la Tarasca, el carnaval de Badajoz es otra cosa, luego de experimentar un cambio que ha convertido el secular divertimento espontáneo por libre de antaño, en algo regulado por numerosas normas regionales, municipales y hasta de los propios participantes.
Sometido a tal cuadrícula, en la actualidad el festejo ofrece dos modalidades. Una, la que se vive por libre, de modo informal, sin sujetarse a regulación ninguna, cada cual a su aire, ya sea ataviado con lujoso ropaje o un harapo de última hora. La otra, la rígida que obliga a integrarse en una estructura cerrada como parte de una comparsa, charanga, murga y otros grupos formalizados.
En ese marco, en vez de con la libertad individual propia del festejo, el carnaval se vive bajo la disciplina de grupos estrictamente organizados compuestos por cientos de figurantes ataviados con espectaculares atuendos y complementos, que pasan el año sometidos a intensos ejercicios de entrenamiento para participar en cabalgatas que son un prodigio de exhibición artística y espectáculo público. Grupos a los que, en número creciente, se suman aparatosos y atronadores artefactos y mamotretos de toda clase.
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De modo que en nuestros días en Badajoz existen dos carnavales: el tradicional por libre, y el oficial moderno en el que todo está programado y regulado.
En cualquiera de sus modalidades, esto es el carnaval de Badajoz: para unos, colorido y jolgorio. Para otros, un mero botellón masivo con careta. Para bastantes, sufrir el ruido, destrozos, suciedad y molestias que ocasiona, y huir para alejarse del jaleo. Para la circulación, colapso. Para los zaguanes de las casas, atropello. Para la hostelería y el comercio, negocio. Para los servicios asistenciales, dedicación plena. Para los de limpieza, trabajo intensivo. Para el ayuntamiento, quebraderos de cabeza a la hora de gestionarlo. Para los policías locales que no enferman de repente con llamativa unanimidad, cobrar horas extraordinarias.
Y para la ciudad, Fiesta de Interés Turístico Internacional que propicia la asistencia masiva de forasteros. El desfile de comparsas de diez horas de duración y miles de participantes, el ingenio de las murgas, y su gran ambiente general, que lo hacen único en el mundo, lo justifican de sobra.
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