Tras incorporarla a su reino en 1230 como Ciudad de Realengo, Alfonso IX de León otorgó a Badajoz un pendón real de color carmesí con ... sus armas. Desde entonces ese fue el pabellón que se tremolaba en la Casa Consistorial en las ocasiones solemnes.
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La última vez fue en 1808 para festejar la exaltación al trono de Fernando VII. Después se perdió. Ante la falta de pabellón, a finales del siglo XX Amigos de Badajoz, en modelo defendido con tesón por su presidente, Manuel Márquez, propuso rescatarlo como bandera de la ciudad. El Ayuntamiento encargó estudiar la iniciativa a una comisión formada por la concejala de Cultura Consuelo Rodríguez Píriz, el historiador, escritor y académico Manuel Terrón Albarrán, el presidente de la Sociedad Económica de Amigos del País Francisco Pedraja, y este Cronista Oficial. Su dictamen, emitido en julio de 2010, fue que como aunque perdido pendón ya existía, lo procedente era crear una enseña nueva, sugiriendo como composición, para integrar las etapas árabe y cristiana, sobre fondo blanco, el león rampante rojo y columna con mote del escudo secular sobre unas ondas alusivas al Guadiana.
Las propuestas, como las varias más elevadas posteriormente al Ayuntamiento a su petición o a iniciativa propia, y otras de distintas instancias, quedaron procrastinadas hasta que el asunto resurgió hace unos meses.
Esos son los antecedentes de la bandera que, asumiendo en esencia, aunque con colores distintos para todos sus componentes, la sugerida el año 2010 por la comisión citada, un colectivo ciudadano presentó públicamente el pasado 19 de marzo, y trocada por otra distinta, de nuevo pocos días después, en diseño y procedimiento protocolario que desde entonces es motivo de polémica institucional y ciudadana.
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Ante la última bandera presentada cabe plantear varias cuestiones.
Respecto al fondo, que tanto el blanco alusivo al periodo musulmán de la propuesta de 2010, como el carmesí relativo al cristiano de la actual, pueden resultar válidos, pues ambos reflejan el pasado de la ciudad. El carmesí, aunque induciendo a confusión con el pendón perdido, incluso como evocador del mismo. Menos entendible es el cambio en los colores y modelo del león y la columna. Porque si se utilizan por ser el escudo secular de la ciudad y su emblema más arraigado y conocido, ¿a qué cambiarle el diseño y los colores históricos por otros tan extraños como el dorado o la recargada columna corintia? Y tratar de justificarlos como elementos nuevos, cuando se trata de los mismos más insistidos de diseño y pintados de dorado, no es fácil.
Sobre las ondas representativas del Guadiana, estimarlas muy adecuadas. Tanto por su carga significante, como por ser alegoría que figura en los escudos más antiguos de la ciudad.
La aprobación de la enseña está pendiente. Pero la situación actual del proceso induce a recordar lo que Clemanceau decía de la guerra, en este caso aplicado a los vexilólogos.
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