El pasado domingo, el popular Juanma Moreno logró una histórica mayoría absoluta en las elecciones andaluzas. Sin embargo, aunque no atrajo los focos, la gran ... triunfadora fue la abstención, que superó el 41%. Es decir, cuatro de cada diez andaluces convocados a las urnas no votaron. Por tanto, si la abstención fuera un partido político, habría ganado por goleada y el PP, que consiguió el 43% de los votos, solo habría obtenido el 24%.
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La abstención fue mayor en las zonas más pobres de Andalucía, viveros tradicionales de la izquierda, que en las más ricas, donde bajó 3,1 puntos. Es un síntoma de desmotivación, desencanto o desafección política entre, sobre todo, los menos afortunados, lo que debería preocupar a los partidos progresistas, pues denota que, enzarzados en un cainismo crónico, no ofrecen alternativas creíbles e ilusionantes a quienes son su población diana.
No es un mal propio de España. En las últimas legislativas francesas la abstención superó el 50% en las dos vueltas, siendo aún más alta entre los jóvenes.
Como dice el ensayista Paolo Flores d'Arcais, el principio básico de la democracia es «una cabeza, un voto». El voto es el poder de los sin poder. Por tanto, el que una parte importante de la ciudadanía renuncie a ejercer ese derecho erosiona la legitimidad de una democracia; evidencia que esa gente no se siente representada por ninguna formación y cree que votar no vale para nada porque el verdadero poder seguirán detentándolo los de siempre.
En su libro '¡Democracia!' (2013), Flores d'Arcais denuncia que «las democracias reales existentes son cada vez más un pálido simulacro de los valores perfilados solemnemente en las Constituciones o, más a menudo, una parodia: en los callejones sin salida del sistema o en los arrabales de la actividad de gobierno, los políticos enlodan y pisotean a diario los derechos de los ciudadanos de los que deberían emanar». Por eso, a su juicio, «los ciudadanos les corresponden con dosis industriales de desafección y menosprecio».
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Flores d'Arcais considera que con la derecha en el Gobierno la democracia siempre está en libertad vigilada, pero también arremete contra los socialdemócratas, que están en crisis porque «no han redistribuido el poder», sino que este «ha permanecido sólidamente como monopolio de los partidos/aparatos». Para el pensador italiano, las democracias reales, como ya hicieron los socialismos reales, van en dirección opuesta a lo que habían prometido y se perfila «un mundo de capitalismo sin democracia o, si queremos ser cautos, de más libertad de provecho y menos libertades civiles, donde terminarán convergiendo Occidente y el mundo excomunista».
Los datos confirman este pronóstico. Según un estudio del Instituto V-Dem de la Universidad de Gotemburgo, el 70% de la población mundial vive en el seno de dictaduras, cuando en 2012 era el 49%, y el 20% de los Estados de la UE han sido «autocratizados» durante la última década.
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Como explica el antropólogo Iñaki Domínguez en un artículo en 'Ethic', el debilitamiento gradual de la economía ciudadana, sobre todo desde que estalló la Gran Recesión en 2008, tiene como consecuencia un creciente rechazo del sistema político que le sirve de base. Por ello, no hay peor enemigo para la democracia que la espiral inflacionista que sufrimos. Que se lo digan a la Alemania de entreguerras.
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