Jorge Pardo, en la presentación de su concierto en Mérida. HOY

Jorge Pardo: «Hay que quitar al jazz esa pátina de música para entendidos»

Con su saxo y su flauta pone el broche al MIT Jazz con una concierto gratuito en el Teatro Romano y relanza un festival incipiente de Mérida

A. Gilgado

Miércoles, 18 de junio 2025, 21:00

Jorge Pardo se sube este jueves a las nueve al Teatro Romano. Lo hace para poner el broche al MIT Jazz. El festival de Mérida ... ha dado un salto de público y grupos. Se ha llenado cada miércoles el Arco de Trajano y espera llenar hoy el Teatro. Entrada gratuita. Es parte de la filosofía del MIT Jazz. Todo el programa gratis para acercar el género a los aficionados, a los estudiantes de música y a los que buscan el jazz fuera de los circuitos habituales. En el curriculum de Jorge Pardo destacan tres datos: Ganador del grammy 2020, premio al mejor músico europeo de Jazz en 2013 y Premio Nacional de Música en 2015. Sus maestros: Paco de Lucía y Camarón. Jazz flamenco a pulmón.

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–Para un músico que va a festivales más consolidados, ¿qué importancia le da a este incipiente de Mérida?

–Es un lujo. Y no lo digo como un tópico. Ver nacer algo como esto y contribuir es un regalo. Es muy especial cuando haces una música que no es tan conocida y no es tan difundida y ves que se van abriendo puertas y tú contribuyes a abrirlas.

–¿Por qué sigue siendo el jazz inaccesible a veces?

–Jazzes hay muchos. Es un estilo muy ecléctico y se ha ido permeabilizando de otras influencias. Aquí estoy yo para confirmarlo. No sé si es un jazz flamenco o un flamenco de jazz. Muchas veces tiene esa pátina de que es música para entendidos. Y eso es mentira. Hay que quitarle esa pátina de música para entendido al jazz. Nace de un corazón muy popular y tiene un arraigo con la naturaleza de las personas. Se hace en el momento. Los intérpretes dialogan en ese instante. Y para eso no hay que entender. Basta con abrir el corazón y no tener prejuicios.

–Dentro de su carrera, qué momentos han podido ser claves.

–Podríamos hablar de nombres, teatros o festivales. Pero creo que lo único que te lleva es la pasión por algo. Es como cuando eres un arquitecto y tienes un edificio que quieres proyectar en la cabeza. Eso fue un poco lo que me llevó a mí. Tienes en la cabeza el sonido de lo que realmente quieres hacer y lo persigues. Entiendo que es un proceso lento y a veces tedioso. Solitario y personal. Pero yo me considero una persona bendecida por dedicarme a lo que me gusta y he conseguido que lo que me gusta luego ha gustado a otras personas.

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–¿Cuando va a los conservatorios, ve músicos que quieren innovar o gente más preocupada por mantener las raíces?

–Veo de todo. Chicos muy apegados a las tradiciones y también mucha sangre nueva que ve la música como una forma de atender a sus propias convicciones. El poder salirse del carril está dentro de la tradición. En el jazz y en el flamenco se da esa convivencia entre los conservadores y los aventureros.

–¿La flauta y el saxo son instrumentos menos fríos cuando se interpreta?

–Yo siempre digo que un instrumento es lo que dice la etimología de la palabra. Está vacío de contenido. Tú le pones el alma. Yo no diría que hay instrumentos más fríos y más cálidos. Obvimente, la guitarra y el piano está en las manos de todo el mundo. La flauta no tanto, pero la flauta y el tambor son los dos más antiguos del mundo. Se han encontrado flautas en espacios arqueológicos de la época neardental.

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–Es un instrumento muy exigente físicamente y encima viene usted a un teatro, como el Romano, con una acústica muy exigente.

–Tiene mucha exigencia, pero la música es también medicina. No solo para el espíritu. También es medicina física. Te hace trascender. Es como un acto meditativo. Y eso también cura.

–Qué música tiene usted siempre en la cabeza.

–Son cambiantes. A veces, el hilo musical de un ascensor o de un hotel me molesta tremendamente porque me quita la música que yo llevo en la cabeza y que internamente estoy recordando o creando. Siempre hay algo de música en la cabeza.

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–Y cuando tiene dudas, ¿cuál es su brújula. Donde vuelve?

–A mis maestros. Parece que detrás de una oreja tengo a Camarón y en la otra a Paco de Lucía. Cuando no sé cómo interpretar algo, les escucho y me lo dicen todo.

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