La comedia de enredo le abre los ojos a Miles Gloriosus
Carlos Sobera y el elenco que le acompaña hicieron ayer el primer lleno de esta edición del Festival, con la comedia de Plauto que habla de amor, embrollo e ignorancia
María Isabel Hidalgo
Jueves, 4 de agosto 2022, 07:30
Rozaban las once de la noche cuando el plumerío rojo del casco del soldado más fanfarrón de Éfeso, Miles Gloriosus, interpretado por Carlos Sobera, se ... dejó ver entre los 3.065 espectadores que acudieron anoche al Teatro Romano dando lugar a que agosto comience con el que fue el primer lleno de esta edición.
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Con unos versos que entonaban el amor hacia su persona Miles Gloriosus descendió hasta la orchestra no sin antes interactuar con un público que le recibía con la sonrisa que provoca en la gente la emoción de ver a un personaje tan reconocido. El público iba predispuesto a pasar buen rato, esperanzado en llegar a esas risas que la obra promete.
La comedia comenzó con música, como ya avisó su director Pep Antón Gómez «no se puede venir a Mérida sin música», Carlos Sobera comenzó cantando, un solo para presentar a su personaje y para demostrar que afina bien, pero que tampoco hay que pedirle grandes notas de la escala musical. Las primeras risas, que es a lo que fue el público, fueron fáciles de conseguir con la primera frase de Sobera «No recordaba que hacía tanto frío en este lado del Imperio», espetó el militar cuando el termómetro aún marcaba 27 grados bien entrada ya la noche.
Con el personaje principal ya en escena, siguieron el resto de presentaciones, que según avanza el Festival parece ser costumbre que uno de los personajes salga de su papel para ejercer de narrador y contar al público qué rol que tiene cada personaje en la función, y de paso narrar un poco el contexto de la trama. Eso hizo Ángel Pardo que interpretó a Jeta, el esclavo de Miles, dándole al personaje un toque fresco y cómico, que pese a ser el causante del enredo puede llegar a ser entrañable. Esta especie de presentación fue más allá y hasta en tres ocasiones repitió al público que lo que se encontraba tras la orchestra, es decir en el escenario era Éfeso.
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Después de varias semanas teniendo el escenario desnudo la comedia de ayer optó por tapar el frente escénico con una especie de bambalinas que fueron cambiando a lo largo de la función como si de un teatro contemporáneo se tratase.
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La iluminación no juega demasiado con el monumento romano, como nos han acostumbrado en las últimas representaciones pero igualmente lo embellece con un mapping proyectado sobre el suelo de la orchestra, que el reparto utiliza como un escenario más, algo muy acertado para estar cerca del público.
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Tras las presentaciones del inicio comienza el primer acto de la comedia, qué no el primer acto de la obra que está dividida en cinco con los que el autor juega a narrar lo que es la comedia de Plauto y lo que es añadido como el arranque. El primer acto de la comedia dura más de treinta minutos en los que el protagonista no aparece, por lo que el peso de la trama recae en su esclavo, Jeta y en Capadocio, otro de los esclavos a los que interpreta Antonio Prieto que además de hacer una de las mejores interpretaciones de la noche también ha sido quién ha realizado la versión de la obra de Plauto. Muy buenas fueron el resto de actuaciones, pero destacó Elisa Matilla con Minervina, un personaje alegre y jovial que provocó las carcajadas del público, pero esta no aparece hasta más adelante, pues pese a que la comedia tiene buen ritmo el primer acto se narra con un ritmo más pausado que el resto, ya que es en él donde se gesta todo el enredo tan característico de las comedias grecolatinas.
La composición musical, siempre en tono de comedia como si de una banda sonora de los hermanos Marx se tratara, aumenta el ritmo y la intensidad de la obra.
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Tras más de cuarenta minutos ausente Carlos Sobera vuelve a la escena, busca la risa en el público mediante el juego de palabras, que es la principal apuesta de guion para buscar la carcajada.
El texto de la función también hace un guiño a Mérida, de esos que tanto gustan al público del festival y que sirve para meterse en el bolsillo al que aún no le termine de convencer la función, hablan de la chacina, de Emérita Augusta y del Teatro, recreando uno de los momentos más mágicos de la noches en los que el sonido de una función y la ovación del público que suena por los altavoces recrean en la comedia otra noche de comedia de hace miles de años. Con eso conquistan al público que rompe en aplausos tras esta escena.
La obra transcurre plana desde el principio hasta el final, al igual que el vestuario que es el mismo durante toda la comedia, eso sí acertado en cuanto a la caracterización de los atuendos de la época.
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Con un final distinto, abierto en el que no se sabe que ocurre con Miles y Cornelia, pero redondo en cuanto al cierre en lo original. De la comedia y las risas el guion se va a la reflexión, el enredo al que le somete su criado hace que Miles Gloriosus se olvide de su belleza para buscar la belleza interior, y eso le dice al público, de tú a tú, que la busque en los libros, en las cosas que hacen a diario, en la sencillez y en la prudencia. Y les deja una reflexión: «¿Conoces a quién tienes al lado?, pues dale poder».
El poder que tiene esta comedia es el de hacer feliz, al menos esto es lo que busca hacer reír al público y la gente a noche se rió, a unos les costó más que a otros, pero es que hacer reír no es fácil y las bromas como todo en la vida no agradan a todos por igual.
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El público aplaudió, con ímpetu y con la alegría de haber pasado un rato agradable.
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