Trinidad Tortosa
Trinidad Tortosa investiga como la incorporación de arqueólogas e historiadoras ayuda a romper el ocultamiento de la mujer en la historia
La invisibilidad de la mujer en la historia se rompe cuando las historiadoras y las arqueólogas se incorporan a los equipos científicos. A esa línea ... de trabajo se ha dedicado Trinidad Tortosa, investigadora titular del CSIC en el Instituto de Arqueología de Mérida. Esta tarde a las ocho explica en el Liceo como ha cambiado en los últimos treinta años la interpretación de las piezas arqueológicas. Hace un recorrido desde las da as ibéricas – la de Elche o la de Baza— hasta nombres relativamente recientes como Milagro Gil-Mascarell, primera directora general de patrimonio en Extremadura en 1983.
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–¿De dónde parte su aportación?
–Yo he trabajado en arqueología ibérica, en la cultura que envuelve a la Dama de Elche. Pero hago también historia de la arqueología. Por eso me he ocupado cómo la mujer ha llegado al mundo académico desde finales del diecinueve a principios del veinte.
–Es decir, hilar el pasado con el presente a través del papel de la mujer en la historia.
–Llevo más de veinticinco años investigando y eso te da perspectiva para entender los cambios que ha habido. Por eso me refiero a las damas ibéricas. Cuando aparecen, se le da una lectura de divinidad. Pero en los años ochenta, cuando empiezan los estudios sobre mujer e historia, concluimos que esas divinidades no eran tal. En realidad estamos ante mujeres que en su momento tuvieron un papel de poder. La Dama de Baza aparece en una necrópolis. Los investigadores se echan las manos a la cabeza porque aparece junto a un ajuar de armas. Las armas eran de los varones. Se rompió un paradigma. Se ve a una mujer importante de la comunidad, una mujer de poder, no una divinidad.
–¿Por qué solo podían ser diosas?
–Lo que queremos es romper con la idea de que las mujeres cuando se representa en la arqueología solo es porque son divinidades. Pues no, son mujeres de poder. Ha costado reconocer a mujeres con poder en la historia. Pero tenemos que ir más allá en nuestro estudio de la mujer en la historia. Queremos visibilizar a la mujer en la historia. Eso lo podemos hacer con los datos de la arqueología y cambiando también cómo interpretarla. No nos interesa solo heroínas como Juana de Arco, sino darle el papel en el relato histórico.
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–¿Por qué esta ocultación?
–Pues porque la historia la han escrito principalmente los hombres. Por eso volvemos al principio. Gracias a que se incorpora la mujer al mundo académico se integra en el relato histórico.
–¿Por qué los académicos y arqueólogos no llegaron a esa conclusión científica?
–Había solo nombres concretos. Se habla, por ejemplo, de Livia. No todas las mujeres han tenido el poder que tuvo Livia. Lo importante del feminismo es poder visibilizar no solo a las mujeres de poder, sino también a la que aparecen en los exvotos de bronce cuando van a los santuarios. Antes se hablaba de figuras femeninas sin más. Pero ahora, analizando esas figuras, vemos que las más jóvenes se presentan con trenzas y las mayores veladas. Sabemos más de ellas porque nos interesa más.
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–Cuándo situamos el cambio.
–En nuestro país llega con la creación de la junta para ampliación de estudios en 1907. Es el precedente del CSIC. Santiago Ramón y Cajal, su fundador, entiende que tras el periodo colonial, la identidad de España debe ir por la apuesta de la educación y la ciencia. Luego, en 1910, se aprueba una ley que promueve la igualdad entre el hombre y la mujer. Y es cuando la mujer puede ir a la universidad.
—En perspectiva histórica, es hace cuatro días.
–Tenemos el caso icónico de Concepción Arenal. En los años 40 del siglo diecinueve va a la facultad disfrazada de hombre. La mujer no podía entrar en la universidad. Fue una pionera feminista, pero también reivindicó el papel de los asalariados o la reforma de las prisiones.
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–Y cómo fue esa incorporación a la universidad.
–Con esta ley de promoción de la educación y la ciencia se crea también la residencia de estudiantes. Todo el mundo ha escuchado hablar de ella porque estaban Federico García Lorca, Buñuel o Dalí. Pero había también otra residencia de ellas. Se llamaba la residencia de señoritas. Se creó en 1915 y fue tan prolífica como la de estudiantes.
–Aunque apenas se conoce.
–La directora era María de Maeztu, una pedagoga conocida. Y se preocupó porque hubiera una intensa actividad cultura. Invitaron, por ejemplo, a Marie Curie o a Montessori. Y entre las residentes estaban Victoria Kent y Clara Campoamor. Dos jóvenes estudiantes que en 1931 llevaron al parlamento la necesidad de promover el voto de la mujer. También estuvo Rosa Chacel o María Moliner. Tuvo, por tanto, esta residencia de estudiantes mujeres una trascendencia más allá de su época. Pero solo se habla de la relevancia histórica de la residencia de ellos. Era un residencia para estimular la formación y el pensamiento crítico de las mujeres e integrarlas en la sociedad. Con la guerra civil y el franquismo esa residencia pasa a Falange Española. Y cambia por completo de objetivos y filosofía.
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–En su investigación aborda también usted casos extremeños.
–Hablamos de mujeres desconocidas que debemos reivindicar. El primero es Milagro Gil-Mascarell. Primera catedrática de prehistoria de la Universidad de Extremadura. Fue recién creada la propia Universidad y, aunque tenía su plaza también en Valencia, aquí fue nombrada en 1983 directora general de patrimonio cultural de la Junta de Extremadura. Fue la primera. Cuando nace la autonomía. Declaró más de 30 BICS en tres años. Impulsó proyectos como el de Cáparra o Santa Lucía del Trampal. Otro caso es el de Manuela Gallardo, de Villanueva de la Serena. Fue hija de los propietarios de la Jabonera. Estudió en un internado de Colonia y al regresar se dedicó a erradicar el analfabetismo que había en Badajoz. Dedicó su vida a concienciar a los demás para combatir el analfabetismo y le preocupó, sobre todo, el analfabetismo entre las mujeres. Abrió una casa escuela en Badajoz para que niñas y mujeres pudieran ir a la universidad.
–Habla usted de un camino tortuoso.
–Pues porque ha costado mucho llegar hasta aquí. Y eso nos debe preocupar a todos. Me alarma que haya jóvenes que no entiendan lo que ha costado a la mujer encontrar su relato en la historia.
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