Torrejoncillo se entrega a La Encamisá
150 jinetes y decenas de escopeteros han participado en la noche del 7 de diciembre en una fiesta que sigue emocionando y busca ser de Interés Turístico Nacional
R. H.
Domingo, 7 de diciembre 2025
La noche del 7 de diciembre es la más especial para los torrejoncillanos. Pocos se pierden La Encamisá, su celebración por excelencia que este domingo volvió a demostrar que puede convertirse en Fiesta de Interés Turístico Nacional. Por muchos años que pasen la imagen de los jinetes con antorchas entre la oscuridad sigue sobrecogiendo.
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Lo saben quienes han visto una y otra vez las puertas de la iglesia de San Andrés abrirse y salir el estandarte con la imagen de María inmaculada. O también los que nunca antes lo han presenciado. Esta madrugada en la Plaza Mayor de esta localidad cacereña había veteranos y novatos de esta cita. Visitantes, torrejoncillanos que tienen este puente marcado en rojo en el calendario y los que viven durante todo en el año en el pueblo. De una u otra forma, el sentimiento es el mismo cuando centenares de personas se funden en un mar de vivas y miles de salvas a la virgen al ritmo de los disparos al aire de las escopetas.
Todo un pueblo y miles de visitantes volvieron a vibrar en su Plaza Mayor. En una noche fría 10.000 personas acompañaron a 150 caballistas y otros tantos escopeteros en esta fiesta declarada de Interés Turístico Regional desde 1997 que busca el título Nacional, pues este año espera completar el expediente para su consecución.
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En esta edición el gran protagonista ha sido Óscar García Sánchez, que portó el estandarte y se paseó por las calles de un pueblo que volvió a abrir sus puertas para ofrecer vino de pitarra y más de 1.000 kilos de dulces típicos (coquillos y cañas) a todo el que se acercó a disfrutar de la fiesta.
«Soy una persona devota, creo en la Virgen y en Dios. En su momento le pedí ayuda y creo que me la ha concedido. Me arropó con su manto y, bueno, hasta la fecha de hoy aquí estamos para devolver los favores que en su momento hizo por nosotros», decía emocionado antes de la gran noche.
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En ella hay un color que predomina, el blanco de las sábanas con las que se cubren los jinetes, en recuerdo de la estrategia de defensa que, según cuenta la leyenda, llevaron a cabo los torrejoncillanos durante la Batalla de Pavía, para ocultarse del enemigo entre la nieve.
Algunas leyendas apuntan a que el origen de la cita nació en esta batalla, que se libró el 24 de febrero de 1525 entre el ejército francés al mando del rey Francisco I y las tropas germano-españolas del emperador Carlos V, y en la que un grupo de torrejoncillanos se cubrió con sábanas blancas y se encomendó a la Virgen para poder adentrarse en las líneas enemigas sin ser descubiertos en el paisaje nevado.
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Sea uno u otro el origen de esta fiesta, lo que se respiró ayer en cada una de las estrechas calles del casco antiguo de Torrejoncillo fue el fervor, el que se transmite de generación en generación por seguir mantenido viva esta fiesta.
Mayordomos
Este año, por primera vez, se ha hecho cargo de la Mayordomía un grupo de amigos y amigas. Concretamente son 13 los que han vivido momentos de unión y emoción con los preparativos de la fiesta, que cuenta con una inversión de 5.000 euros de la Diputación de Cáceres para potenciar la celebración, dinamizar el desarrollo rural local, revalorizar la identidad territorial y dar a conocer tradiciones de especial arraigo.
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Todo un municipio se vuelca con La Encamisá. Las hogueras, los coquillos, la devoción a María Inmaculada y la entrega de todo un pueblo. «Abrimos nuestras casas, nuestros corazones y queremos que compartan con nosotros, con respeto y con emoción, esta fiesta, que es lo más íntimo que tiene Torrejoncillo», aseguraba el presidente de Paladines de La Encamisá, Moisés Paniagua.
Una noche más volvió a vibrar con su fiesta, con la de todo un municipio que triplica su población por una noche. Pasa de los 3.400 habitantes a los 10.000. Y ayer eso se vio en unas calles llenas de gente que volvieron a vivir con emoción su Encamisá.
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