Quiterio, el último resinero de la Siberia: «Soy un loco porque si echo cuentas lo dejo»
Este hombre de Garbayuela explica que casi no sale a cuenta que fábricas de otras comunidades les recojan la resina a los cada vez menos resineros que quedan por la región, unos treinta, calcula
Quiterio Diezmadroñero Sánchez es de Garbayuela, en la Siberia extremeña. Emigró en los noventa a Barcelona pero con la crisis 2008 regresó y en 2013, ... con 39 años, se empezó a dedicar a la extracción de resina. Ahora tiene 51 años y es el último resinero de esta comarca que en los años 50 se repobló con pino. «Empezamos 37, llegamos a ser 60 y ahora solo quedo yo. Soy un loco porque me gusta este oficio y contribuyo a la sostenibilidad del monte. Pero si echo cuentas lo dejo».
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En estos momentos, la Junta está terminando de completar la documentación que se requiere para el proyecto de una planta de transformación de la resina en el municipio cacereño de Gata. Pero desde el gobierno regional no ven claro su rentabilidad porque se trata de un oficio en declive que genera pocas toneladas de resina, menos de 400 en lugar de las 1.000 que dice que se necesita el director general de Gestión Forestal para que una empresa privada apuesta por su explotación. Así las cosas, todo a punta a que no se construirá con los 2,7 millones que ya están concedidos desde la Unión Europea, ya que además el proyecto debería estar finalizado antes de que acabara 2026. El PSOE ha criticado que se pierda esta oportunidad.
Según explica Quiterio, oficios como el de resinero sirven para fijar población. Su trabajo en realidad dura casi todo el año, no solo en verano como se cree. «Empezamos preparar el pinar en febrero, y el final de campaña es a finales de noviembre. Debería ser un único trabajo para ganarse la vida», opina, pero debido al bajo precio al que le compran la resina terminan haciendo varias cosas, en su caso explotar un olivar y un pequeño bar.
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En la mejor época, dice, hubo en marcha 57 matas (manchas de bosque de 5.000 pinos cada una que la Junta les alquila), y la resina que conseguían la mandaban a Segovia porque aquí no había industria, pero los impagos hicieron que sus compañeros fueran abandonando. Ahora Quiterio trabaja 8.000 pinos de manera artesanal pues para los avances que proponía la Junta hace años no tenía liquidez. «Facturo 20.000 euros al año ¿cómo voy a gastar 60.000 en un tractor?», razona.
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Su trabajo se basa en tres etapas y en cada una (remasa) llena unos 40 bidones. Pero de Castilla León solo vienen a recogerlos al final para que el porte de quien le compra la resina le salga a cuenta. «Hay un chico de Jarandilla de la Vera que también se quedó solo y por eso hay algunas fábricas ya no quieren nuestra resina porque venir solo a ella no le sale rentable, por eso sería bueno que hubiera una fábrica en Extremadura», pide Quiterio, que calcula que ahora quedarán no más de treinta resineros en la región.
Otro factor que les afecta, dice, es que deben competir con la resina que llega de Latinoamérica. Por la fijación de población y la vigilancia que hacen de los bosques cree que deberían hacer más caso a un oficio rural que carece de las ayudas que sí tienen ganaderos y agricultores, lamenta Quiterio desde la Siberia.
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