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«Cada pueblo debe encontrar su propia estrategia contra la despoblación»

Julián Álvarez Orantos analiza en un trabajo de fin de grado la pérdida de habitantes en la región y propone cómo combatirla

Claudio Mateos

Plasencia

Martes, 7 de agosto 2018, 08:07

La pérdida de población en Extremadura es constante en los últimos años y las proyecciones demográficas indican que, o algo cambia, o la tendencia se mantendrá más allá de la próxima década. Se trata de uno de los principales problemas a los que la región debe hacer frente a corto plazo, y ha sido objeto de un profundo análisis por parte del placentino Julián Álvarez Orantos, que ha dedicado a la despoblación y el envejecimiento en Extremadura el trabajo de fin de grado con el que acaba de concluir sus estudios de Derecho y Administración de Empresas en la Universidad Pontificia de Comillas.

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El trabajo de Julián Álvarez, que ha sido dirigido por el profesor José Ángel Ceballos-Amandi, comienza ofreciendo en detalle los datos poblaciones de Extremadura desde mediados del siglo XIX hasta la actualidad, y los relaciona con la actividad económica. La pérdida de importancia relativa de la región con respecto al resto de España ha sido evidente, ya que en 1850 Extremadura tenía el 4,7% de la población española y producía el 5,2% del PIB, mientras que ahora cuenta con el 2,31% de los habitantes del país y su PIB es tan solo el 1,6% del total. La evolución ha sido inversa a la de otras regiones, como Cataluña, donde actualmente reside el 16% de la población española y produce el 18,9% del PIB, frente al 7% que tenía en 1850 tanto de habitantes como de PIB.

El graduado placentino confirma en su análisis algo que ya se sabía, y es que el gran punto de inflexión que dio lugar al despoblamiento masivo de Extremadura, con la «sangría demográfica» que supuso la emigración de 456.544 personas entre 1961 y 1975, llegó con «el desarrollismo franquista». Julián Álvarez señala que la concentración de industrias en el norte peninsular promovida por el Gobierno «favoreció a regiones como el País Vasco, Cataluña o Navarra, mientras condenó a otras como Extremadura a la pobreza y la emigración privándola del recurso más valioso de cualquier territorio, sus gentes».

«La pérdida de habitantes está siendo más rápida de lo que preveían las proyecciones estadísticas»

Plan Badajoz

Las únicas comarcas extremeñas que resistieron a la emigración masiva de aquellos años fueron las que se beneficiaron del Plan Badajoz a partir de 1952 para la conversión de cultivos a regadío, y en menor medida del Plan Cáceres de 1955 en zonas del norte de la provincia.

La llegada de la democracia, que vino acompañada de mejoras en infraestructuras y servicios, frenó esa sangría, pero el daño de la emigración masiva ya estaba hecho, con la consecuencia además de un envejecimiento súbito de la pirámide demográfica. La población extremeña se recuperó un tanto en la primera década del siglo XXI con los saldos migratorios positivos de los años de la bonanza económica, en los que incluso se llegó a marcar un máximo de 1.109.369 habitantes.

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Julián Álvarez Orantos

Desde entonces la población no ha hecho más que bajar, hasta los 1.079.920 habitantes (INE de 1 de enero de 2017), lo cual Álvarez achaca en su trabajo al cóctel explosivo que forman la baja natalidad, el envejecimiento y la emigración, con la agravante además de que ahora los que se van son los jóvenes más cualificados, algo que si no se logra revertir puede tener consecuencias funestas para el futuro de Extremadura. Además, el autor afirma que «la pérdida de habitantes está siendo más rápida de lo que preveían las proyecciones estadísticas», y alerta sobre lo «preocupante» que resulta el «envejecimiento galopante» que están experimentando las comarcas con mejor comportamiento poblacional. También avisa de que la «tendencia regresiva» ya no se limita solo a comarcas como Montánchez, Tierras de Granadilla, Valle del Ambroz, Hurdes o Siberia, sino que se han incorporado otras donde no se daba este fenómeno, como Tierra de Barros o Vegas del Guadiana, así como las ciudades de mayor tamaño, que también pierden población durante los últimos años. Con todo, la situación en la provincia de Cáceres es peor que en la pacense.

Julián Álvarez considera que «a pesar de que los pronósticos no son halagüeños, existe la posibilidad de revertirlos», y para ello su conclusión, quizás la más importante de su trabajo, es que no valen las recetas globales, sino que hay que profundizar en la especialización económica de cada zona, y cuanto más localizada mejor.

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«Cada pueblo debe encontrar su propia estrategia contra el despoblamiento», afirma. En el trabajo de fin de grado pone algunos ejemplos exitosos tanto fuera de Extremadura, como las Highlands escocesas o la Laponia finlandesa, como de poblaciones de la región que han puesto en marcha proyectos concretos, como una residencia de ancianos en Romangordo, que están sirviendo para fijar población.

Especialización

La conclusión de Julián Álvarez es que las políticas de ayudas a la natalidad de la Junta y de muchos Ayuntamientos, o los programas específicos que han puesto en marcha las diputaciones, ayudan, pero no son ni mucho menos suficientes. «Las zonas que han conseguido un cierto nivel de especialización productiva en torno a sectores de actividad concretos son las que presentan una mayor resistencia frente a la despoblación y mejores indicadores demográficos», afirma.

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Tampoco infraestructuras como el tren de alta velocidad parecen ser la panacea, al menos en poblaciones como Zamora o Cuenca, donde desde que tienen AVE «no se ha producido ninguna mejora significativa de los indicadores estadísticos, sino que por el contrario han seguido perdiendo población».

Julián Álvarez va más allá y propone una especie de «Plan Marshall», con una combinación de inversión pública e incentivos fiscales, en las comarcas extremeñas más deprimidas desde el punto de vista demográfico, que son Villuercas-Ibores-Jara, Sierra de Montánchez y Trasierra-Tierras de Granadilla-Valle del Ambroz-Hurdes en la provincia de Cáceres, y La Serena y La Siberia en la de Badajoz. Además advierte de que, dada la enorme dificultad de revertir los bajos índices de natalidad, todas las políticas que se implanten deben ir dirigidas a atraer nuevos habitantes, ya que «solo importantes flujos de inmigración positivos lograrán revertir la situación».

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