¿Qué ha pasado este viernes, 5 de diciembre, en Extremadura?
La Feria del Libro cacereña no ha traído a figuras literarias. HOY
Un país que nunca se acaba

Pregones y procesiones

Capital Cultural o Clerical. Una triste Feria del Libro con unas ventas razonables

Miércoles, 30 de abril 2025, 07:46

Tras haber sobrevivido a 25 procesiones, una pasión viviente, tres pregones sacros, una cabalgata en honor de San Jorge, una bajada, una novena y una ... inminente subida de la Virgen, acabo de escuchar en mi bar de cabecera que hay que dar la batalla cultural para recuperar los valores de España. ¿La batalla cultural? ¿Pero qué batalla cultural hay que entablar si el ejército simbólico de los valores de la España eterna ya ha ganado la guerra arrasando?

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¿Más batallas aún? ¿Quieren que no quede piedra sobre piedra? Si la resistencia LGTBIQ se bate en retirada, si el feminismo se ha refugiado en sus cuarteles de primavera, si la mayoría de los emigrantes ha asumido las esencias del Cáceres de toda la vida como si fueran propias. ¿Más batalla cultural? Rendido y desarmado el pobre ejército woke cacereño, solo pide un poco de paz y resuello, al menos para creerse durante el Womad que otra ciudad es posible, creencia que desaparecerá de un plumazo borrada por la feria y su espíritu cortijero, su gracia andaluza, sus magníficas corridas de toros, que este año son de lo más grande, su concurso hípico, sus rebujitos, sus gogós, sus paellas, sus frituras de pescado y sus pinchitos morunos, que a ver si ahora vamos a tener que llamar pinchitos de carne a la brasa a lo que siempre fue moruno.

No hay que preocuparse por dar ninguna batalla cultural al mundo woke y antiespañol porque la guerra está ganada y la simbología se encarga de avisar a quien llega a Cáceres de que está entrando en la capital cultural… ¡Ay, perdón, que me dejo llevar por la propaganda antigua, la de Rodríguez Ibarra! Quería decir que está entrando en la capital clerical, taurina, castiza y patriótica de verdad de Extremadura. Si el viajero llega del norte, del sur o del oeste, será recibido por una gran Cruz de los Caídos por España, si llega del este, se encontrará con una histórica plaza de toros. Le quedará claro, en todo caso, que entra en una ciudad taurina y cristiana.

Si viene de fiesta o de concierto, acudirá a un recinto único en el mundo: el hípico porque aquí se perrea donde compiten los caballos. Si es turista de monumentos, descubrirá que los dos palacios señeros de Cáceres son explicados por los guías turísticos haciendo referencia al casticismo español: «Aquí, en Los Golfines de Abajo, se alojaron los Reyes Católicos y aquí, en Los Golfines de Arriba, vivió el Caudillo Franco cerca de mes y medio». Simbología inasequible al desaliento, esencias de la raza y prietas las filas. Y en medio de todo, la Feria del Libro.

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Esta ciudad de pasiones, pregones, procesiones y dragones… Esta ciudad de fervor frenético debería aspirar a ser Capital Europea de la Religiosidad 2031. Pero no, aspira ser Capital Cultural Europea 2031 a pesar de que, en medio de esta vorágine de desfiles, novenas, subidas y bajadas, se ha celebrado la Feria del Libro con menos presupuesto y, naturalmente, menos atractivo que se recuerda.

Desde el ayuntamiento, con mucha ocurrencia, han calificado el evento como la feria del libro de la tierra. Y tanto, porque salvo alguna excepción, todos éramos del terruño y estábamos más vistos que el quiosco de la música. Solo dos figuras literarias han venido: un Blue Jeans, que ya no es lo que era, y Carmen Posadas, que ya había presentado su libro en Cáceres hace unas semanas. A pesar de esa pobreza y ese desdén municipal, se han vendido muchos libros. A ver si va a resultar que, además de desfilar, también nos gusta la lectura y la cultura sin batallas, aunque el esfuerzo municipal pase de los libros y de los libreros, ¡qué grave error!, y se centre en pregones, pasiones y procesiones.

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