Instituto El Brocense de Cáceres. HOY
Un país que nunca se acaba

Pluriempleo y mesas camilla

El profe de Gimnasia era sargento. Una anécdota policial de los años 70 en el instituto El Brocense

Martes, 22 de abril 2025, 07:28

Mi hermano me confesó el otro día el retorno de la mesa camilla a su vida. Este mueble ha sido muy denostado por quienes hemos ... nacido entre los 60 y los 80, esos de quienes dicen que pertenecemos a la generación 'boomer' y nos caracterizamos por haber tenido muchos hermanos y pocos hijos, haber vivido desde la mayoría de edad en democracia y rechazar la mesa camilla como mueble casposo, antiguo y predemocrático. Pero la mesa camilla, con su faldilla y su brasero, tenía un encanto doméstico y acogedor que, una vez superados los traumas tontorrones, ha retornado con sus orejones y su braserito.

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Las infancias de los 'boomers' transcurrieron alrededor de una mesa camilla que más que un mueble parecía un milagro. En la de mi casa convivíamos a la vez nueve personas, cada una con su afán. Mi tía Elpidia (Tita Pía), hermana de mi abuela y mi madrina, que vivía con nosotros, rezaba el rosario, mi madre daba de mamar al pequeño de los seis hermanos, el penúltimo jugaba con 'minicares', los otros cuatro hacíamos los deberes y mi padre, sentado en el orejón situado enfrente de la televisión, ordenaba facturas, consultaba albaranes, organizaba pedidos, redactaba informes y echaba cuentas porque por las mañanas era funcionario y por las tardes era agente comercial de productos de automoción. Y esta era otra de las claves de ese tiempo: tan importante como la mesa camilla para las familias de los 60, era el pluriempleo. ¿Cómo si no se podía sacar adelante a un padre, a una madre, a seis hijos y a la Tita Pía…?

Hace 15 días, estuve en Badajoz y me contaron una anécdota que resume aquel tiempo de mesas camilla y pluriempleo. Me la contó un señor nacido en Cáceres, pero que vive en Badajoz, se llama Miguel Gallardo Lancho, es médico, jugó en su juventud a baloncesto y coincidimos en algunas vivencias juveniles semejantes. El cuñado del doctor Gallardo se llamaba Pedro Márquez y era natural de Torremocha y la anécdota sucede en 1973, cuando Miguel estudiaba en el instituto El Brocense de Cáceres y su cuñado era sargento de la Policía Armada en la misma ciudad, posteriormente sería capitán de la Unidad de Antidisturbios de Mérida. Para quienes no sean de la generación de la mesa camilla, conviene aclarar que la Policía Armada (uniforme gris) era el cuerpo policial antecesor de la actual Policía Nacional (uniforme azul) y eran conocidos como 'los grises'.

Como el sargento Márquez tenía cuatro hijos a los que se refería como 'devoradores de magdalenas', debía compaginar su trabajo con otras ocupaciones, así que llevaba las cuentas del cuartel policial, ponía inyecciones a domicilio previa igualas de sus pacientes, trabajaba como ATS en Urgencias del hospital San Pedro de Alcántara y era profesor de Educación Física en el instituto El Brocense.

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En 1973, los estudiantes de El Brocense hicieron una huelg-sentada y el gobernador envió a una patrulla policial al mando del sargento Pedro Márquez para que reprimiera la algarada estudiantil. Al aparecer el profe de Educación Física, armado con casco y porra, al mando de la patrulla policial, los alumnos se emocionaron al verlo tan imponente y peliculero y empezaron a llamarlo emocionados: «Don Pedro, don Pedro».

El pitorreo que aquello provocó todavía es recordado por quienes lo vivieron. Don Pedro, que, cuenta Miguel Gallardo, «era una buenísima persona», hizo mutis por el foro, el cabo disolvió la revolución con un par de palmadas y la anécdota es recordada hoy por quienes la vivieron alrededor de aquellas mesas camilla donde convivían, crecían y se pluriempleaban las familias de antes.

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