«Lo más terrible no lo he visto en América Latina, sino en Melilla y con niños»
Este especialista en casos de corrupción de fronteras acude a Mérida al V Congreso de Periodismo de Migraciones que se inaugura este miércoles
De este miércoles al viernes de esta semana, Mérida se convierte en sede del V Congreso de Periodismo de Migraciones con profesionales de 20 países. ... Entre ellos, el español José Bautista (Jaén, 33 años). Bautista es periodista de investigación de The New York Times para España, Portugal y Marruecos. Con la Fundación Por Causa promueve la investigación internacional sobre fronteras.
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–¿Dónde se hace el periodismo de migraciones en España?
–Partimos de la idea de que migrar es un derecho recogido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Migrante es el que cambia de lugar. Así que hablamos de personas que vengan de Marruecos a España, pero también que se muevan dentro de España. O hablamos de despoblación y vemos que hay pueblos que empiezan a salvarse porque vienen personas de Ecuador o Bulgaria. O del medio millón de personas que hay en España sin regularizar. Muchos llevan 15 ó 20 años aquí, pero no tienen papeles y eso implica miedo a denunciar situaciones laborales, una agresión o ir al médico... Abordamos la migración como un todo y se trabaja mucho con periódicos de Alemania, Francia, Argelia y Marruecos.
–España tiene migrantes que cruzan el Bidasoa y la valla de Melilla. ¿Hay diferencias en el trato a los migrantes por parte de España y de Francia?
–El sistema de asilo en Francia funciona un poco mejor, pero lo más interesante, si se compara la gestión migratoria de los dos países, es que España comete errores que Francia hizo hace 15 ó 20 años. Por ejemplo, en el Ejido. La Junta de Andalucía creó colegios de proximidad para que padres marroquíes y de países africanos puedan llevar a los niños al cole antes de ir a trabajar en los invernaderos. La idea es buena, pero se crean guetos y hay niños con 16 años que tienen problemas para relacionarse con españoles y para hablar español. Aunque la mayoría son niños nacidos en España y españoles. Además, España está funcionando como un laboratorio de control migratorio y tecnologías que empiezan a imitarse en otros países, como Francia. Por ejemplo, el tipo de cuchillas de las vallas de Melilla y Ceuta ya se venden en Francia. Funcionan porque destruyen los cuerpos de los que migran. O la red de radares para detectar pateras. Se tendría que hablar más de quién gana con estas cosas porque hay una industria del control migratorio muy rentable. Es un negocio alimentado con dinero público y muy opaco porque va por el Ministerio del Interior con el sello de confidencialidad. Esta es de unas banderas que investiga Por Causa.
–¿Qué es Por Causa?
–Una organización de periodismo e investigación en migraciones, donde coordino el equipo de periodistas de investigación. La gente no publica cada día, sino que investiga muchos meses y cuando lo tenemos cerrado, la vendemos o hacemos un acuerdo para publicarla. Además, hacemos investigaciones internacionales con periodistas de otros países. Esto lo vamos a hacer en el Congreso de Periodismo de Migraciones que se celebra esta semana en Mérida y que es el único del mundo. Estarán compañeros del Spiegel alemán, la televisión pública francesa, el Washington Post, América Latina y medios de comunicación españoles también.
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–¿Qué piensas cuando oyes el lema 'papeles para todos'?
–Pienso que por desgracia en el ámbito migratorio sobran los estereotipos. En España, ocho de cada diez personas sin papeles son mujeres de 30 a 45 años que vienen de Venezuela, Colombia y Honduras. Sin embargo, se tiene la percepción de que la inmigración viene de África, que solo representa el 2%. Pensamos en la valla y la patera, pero esos migrantes vienen por avión. Hay argumentos de derechos humanos para la regularización de papeles, pero también económicos. España tiene un problema con la sostenibilidad del sistema de pensiones cuando estas personas trabajan y podrían cotizar. Es dinero que pierde el Estado. Aunque la sanidad sea universal, estas personas tienen miedo de ir al médico y aguantan hasta que no pueden más. Lo que se podría haber solucionado con una pastilla termina en una intervención que es más traumática para él y cuesta más al Estado.
–¿Qué es 'Esenciales'?
–Una campaña que promueve una iniciativa legislativa popular para debatir la regularización de quienes no tienen papeles en el Congreso de los Diputados. Esto se puede forzar con 500.000 firmas. En Por Causa apoyamos la campaña haciendo estudios económicos que argumentan que la regularización sería buena para quien no tiene papeles, pero también para el conjunto de la sociedad y el Estado.
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–Está especializado en la corrupción de las fronteras. ¿La hay?
–Mucha. El diseño de la frontera está pensado para que exista. En Ceuta y Melilla, la gran prioridad del Estado es mantener la fiesta en paz al precio que sea. Melilla tienen una población de 80.000 habitantes con un presupuesto similar a Granada, que tiene 500.000. Hay una red de nepotismo y clientelismo. La Guardia Civil ha investigado, pero queda en papel mojado. Hicimos un trabajo de investigación, 'Melilla Vice', sobre todo esto. Abordamos la frontera sin hablar todo el tiempo de migraciones porque la gente está cansada de historias terribles con este tema.
–Usted viaja por todo el mundo. ¿Cuál es la brutalidad más grande que ha presenciado?
–Lo más bestia lo he visto en Melilla, como coches atropellando a niños menores de edad y la Policía actuando como si nada. Lo más terrible no le visto en América Latina, sino en el centro de acogida de menores no acompañados de La Purísima de Melilla. Está gestionado por una empresa privada y allí se maltrata de forma sistemática hasta el punto de que niños de 12 años prefieren dormir en la calle. Ha habido hasta asesinatos con apuñalamientos a los niños. O llegan con la pierna rota tras haberse colado en un barco o en un camión para cruzar a España y, cuando salen del hospital tienen que andar ocho kilómetros y en cuesta hasta el centro porque los vehículos que tienen para eso no cumplen su función. Esto pasa con el visto bueno del Ministerio del Interior y del Gobierno de Melilla y la autoridad judicial.
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–En su curriculum hasta llegar al New York Times, figuran trabajos hasta de recepcionista. ¿Cómo ha sido llegar hasta aquí?
–Como a casi todo el mundo, me tocó hacer otros trabajos: En el campo, en una fábrica de colchones... Todo eso me dio la oportunidad de conocer idiomas (además de español, habla y escribe portugués, francés, inglés y coreano) y ahorrar dinero para estudiar. Hice un máster de Economía en la Sorbona donde pagué 250 euros por curso y fueron dos. En paralelo trabajé de recepcionista por la noche durante 6 ó 7 meses y después fui pinche de cocina. Aunque en Francia sea caro vivir, el salario mínimo es de 1.400 euros. En ese momento, España no me ofrecía ni acceso al máster ni trabajo. Migré para poder estudiar. Fue una época dura porque no manejaba el idioma y trabajé mucho, pero al final lo terminé. Mi identidad es la de un migrante. Hoy estoy aquí, pero mañana no sé.
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