90 aniversario de HOY

El tiempo es un campo de amapolas

Solo pueden conservarse en la memoria, en una fotografía, un cuadro o un poema

Inma Chacón

Viernes, 15 de diciembre 2023, 07:37

Cuando pienso en un cumpleaños, con frecuencia me viene a la mente un enorme campo de amapolas. Me ha ocurrido muchas veces y, al plantearme ... escribir este texto para felicitar al diario HOY por su 90 aniversario, me ha vuelto a suceder. Enseguida he pensado en un manto de amapolas pegado a la tierra, rojo, brillante, tranquilo, en una mañana de mayo o de principios de junio, cuando el sol todavía no aprieta y se puede salir a pasear a cualquier hora del día.

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No sé por qué identifico las amapolas con ese paso del tiempo marcado en los calendarios como una fecha feliz. Quizá sea por el carácter efímero de una flor que deja de existir si la arrancamos del suelo, o por la incapacidad de formar un ramillete con varias de ellas, o de añadirlas a un ramo compuesto por otras variedades de flores. Quizá sea porque las amapolas no se pueden tocar sin que pierdan su esencia, ni guardar, ni colocar en un florero. Quizá sea porque son flores de un instante, de un soplo de viento, de un roce. Quizá sea porque solo pueden conservarse en la memoria, en una fotografía, un cuadro o un poema. Como el tiempo.

Quizá sea porque, como el tiempo, resulta más fácil representar la idea que aprehenderlo. Porque también él se escurre entre las manos, se escapa y desaparece en un soplo, como los pétalos de la amapola, rebelde y fugaz.

También me sucede que no puedo evitar las consabidas frases de siempre, el «parece que fue ayer», el «cómo pasa la vida», el «no me lo puedo creer», y la multitud de refranes en que expresamos nuestra extrañeza ante la rapidez con que pasan los años.

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Muchas veces he pensado que los niños esperan el día de su cumpleaños con una ilusión enorme, impacientes y nerviosos, como si no fuera a llegar nunca. ¡Su día! Una fecha que le acompañará siempre, única, personalísima, grabada en su ADN como un rasgo que lo define y lo caracteriza. No hay día que un niño espere con más ansiedad, año tras año. Sin embargo, a partir de los 20, esa fecha mágica y definitoria empieza a correr como si tuviera que medirse con la vida en una competición. Y la fecha consigue repetirse a los 30, a los 40, los 50 y a los siguientes, coronada siempre con el triunfo, porque nadie puede ganarle al tiempo.

En cierta ocasión, hablando con José Saramago en una comida, le dije que había empezado a sentirme mayor porque ya había empezado a utilizar la frase «Hace veinte años que». Yo tenía 41, y él 73. Saramago me miró con aquella mirada suya –profunda y serena–, y su porte elegante y cargado de magnetismo, y me contestó «Ya verás cuando digas hace cuarenta». Yo vi aquel momento tan lejos, y a él tan mayor y tan sabio, que la frase se me quedó grabada como un mantra al que he recurrido en infinidad de ocasiones, cada vez que pienso en la brevedad de la vida.

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Han pasado casi tres décadas desde entonces. Me queda muy poco para llegar a la edad que tenía Saramago aquel día.

Doy la enhorabuena al HOY por mantenerse como una referencia en Extremadura

Hoy ya puedo decir que soy mayor, porque no solo puedo decir «Hace cuarenta años que», sino «Hace cincuenta», incluso «Hace sesenta». Y me miro a mí misma con 41 años y me digo «Madre mía, qué joven era. Y yo sin saberlo».

Han pasado tantas cosas desde entonces… Sin embargo, recuerdo aquella comida con Saramago como si la hubiera vivido hace 24 horas. Sí, parece que fue ayer, no me lo puedo creer, cómo pasa la vida.

El tiempo es un espejo que se rompe antes de lo que nunca imaginamos, o de lo que nunca hubiéramos querido imaginar. Mi hermana Dulce lo definió en un poema al que yo he rendido muchos homenajes a lo largo de mi carrera literaria, unos versos que, tal y como dicen los poetas, podrían considerarse un «regalo de los dioses». Dicen así: «(…) el tiempo será tan solo / arena / en un finísimo cuello».

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Arena que pasa de un globo al otro del reloj, inexorable y tenaz, para decirnos que el pasado y el futuro no existen, pero están ahí, presentes en cada grano que está a punto de caer, y en cada mano que voltea el reloj para que la arena siga en movimiento.

Últimamente he leído muchas felicitaciones de cumpleaños con una expresión que no había escuchado antes: «Feliz vuelta al sol». Otra manera de interpretar el paso del tiempo, una suerte de viaje que se repite con cada órbita cumplida, igual y diferente a la vez. Una aventura en la que todos nos embarcamos con la esperanza de encontrar en el camino esa felicidad que nos desean los demás, siempre al mismo tiempo, coincidiendo con cada principio del trayecto.

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El paso de los años se celebra precisamente con ese objetivo, para desearle al otro que la vida lo trate bien. Que tenga un bonito viaje. Que disfrute de cada grano de arena que cae al otro lado del reloj. Que no importa que no pueda hacerse un ramo de amapolas, porque siempre podremos admirarlas en un día de primavera.

Y así es como quiero felicitar al periódico HOY en su 90 aniversario, dándole la enhorabuena por todas las aventuras en las que se ha embarcado en su largo viaje, por mantenerse en pie durante nueve décadas, a pesar de las dificultades por las que ha pasado siempre el periodismo, sobre todo en esta última etapa, electrónica y virtual, y por haber conseguido convertirse y mantenerse como una referencia en Extremadura, consolidada y fuerte, a lo largo de un tiempo lleno de flores que no pueden tocarse con los dedos.

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