Inés Pérez: «La payasa es un ser que fracasa»
En la sala La Idiota de Badajoz. Confesiones de una Payasa Inesperada que estudió la idiotez
Inés Pérez (Madrid, 1979) reconoce que no fue buena estudiante. Lo que le gustaba era el circo así que se escapaba del instituto Zurbarán de ... Badajoz al parque para practicar malabares, equilibrio y acrobacia. Montó con sus colegas la asociación juvenil 'Las pulgas del viejo circo' en 1997. Hacían espectáculos de calle y rutinas de mimo de 15 segundos en los semáforos pasando la gorra y sacando para el recibo de la luz. Pero acabó el Bachillerato y un ciclo superior de Animación Sociocultural en el Bárbara, hizo las prácticas disfrutando con los abuelos en una residencia de ancianos y ha acabado fundando con la bufona María Briz la sala La Idiota, espacio autogestionado y asociación cultural de humor y transformación social cuyo fin es cambiar el mundo a través del humor. También forma parte de Las Sin Carpa, que nació tras una estancia de formación en El Salvador. Intentan mover el tejido asociativo del Casco Antiguo de Badajoz, presentan espectáculos, imparten cursos y han creado la Liga Extremeña de Improvisación.
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–¿Cómo se hace payasa?
–Estudié en la escuela de circo Carampa de Madrid. Me latía la payasa dentro porque he entendido el fracaso como parte de mi existencia. Ser payasa me ha enseñado a mostrar las incoherencias del mundo, que te hace sentir fracasada cuando lo que fracasa es el sistema, los ojos que te miran, la mente que te juzga. La payasa no se estampa la tarta en la cara porque sí, la tarta es el sistema. Gerard Gené me enseñó a trabajar la idiotez, a disfrutar del fracaso y que en tu fracaso esté el disfrute de los demás. No es fácil estudiar para idiota.
–Ser payasa debe de ser difícil.
–Ser payasa es difícil, ser mujer payasa es más difícil, ser madre soltera, mujer y payasa es más difícil todavía y ser todo eso en Badajoz y en Extremadura es lo más difícil de todo. Pero superas esas dificultades cuando muestras tus trabajos, tus espectáculos, tus ideas… Me encanta la pedagogía, trabajar con niños, con jóvenes y con profesores. Es ahí donde puedes provocar un cambio. Y actuar en los pueblos pequeños extremeños.
–¿Extremadura?
–Es muy grande… Para distribuir nuestros espectáculos creamos una cooperativa de artistas en 2017. Nos ayudamos los unos a los otros. Ahí me convertí en La Payasa Inesperada y montamos espectáculos como La Principeta con Lourdes Morillo, versionando fragmentos de El Principito desde una perspectiva de género. Otras producciones son La Abuela, con la que llevo 15 años, que la distribuye Carmen Ávila desde Mérida, o Nuestros Momentos Mágicos, la historia de dos hermanos magos que van a hacer una gala, no viene el presentador y llaman a su disparatada abuela para que la presente. Hacemos cumpleaños, comuniones, pasacalles, fiestas. En Extremadura, hay poco dinero para la cultura y los ayuntamientos se lo gastan en orquestas y vaquillas. Pero nos vamos haciendo un hueco. La región ya ha dado el salto necesario para entender el circo como un arte escénico. Estamos dentro del catálogo de la Red de Teatros y de las diputaciones.
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–¿Y la situación laboral?
–La administración no entiende cómo funciona una payasa. Los contratos me van saliendo. Quiero estar regularizada laboralmente, pero es difícil porque el sistema me trata como a un empresario que monta un bar o a un dentista que monta una clínica. Yo soy una artista que no sabe el volumen de trabajo que va a tener. Tan importante soy yo que voy a un pueblo y genero dopaminas y endorfinas con mi espectáculo como quien hace un empaste. La gente sabe que necesita cuidarse los dientes y acude regularmente al dentista, pero no entiende la necesidad de cuidarse el espíritu.
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