Entrañable personaje en el mercado de Évora, en 2009. E. RUBIO
Un país que nunca se acaba

Frikis ayer, influencers hoy

De la calle a la pantalla. Los tipos extravagantes de antes son ahora youtubers de moda

Miércoles, 17 de septiembre 2025, 02:00

Hace 20 años, en cualquier lugar había personajes extravagantes. Cáceres, por ejemplo, era una ciudad que no dejaba de sumar nuevas aportaciones a su ... nutrida nómina de seres estrambóticos. El último de estos especímenes del bestiario prodigioso cacereño fue Joaquín, el amigo del actor Chuk Norris, un caballero de Navalmoral de la Mata que, tras dedicar la mayor parte de su vida a recorrer medio mundo, apareció por Cáceres ataviado de tal guisa que la gente se hacía fotos con él. Joaquín se diseñaba su ropa y sus zapatos y hasta confeccionaba su atavío. Eran prendas fashion de vivos colores que lo convirtieron por unos días en miembro honorífico de nuestra antología de desvaríos callejeros.

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Pero después del amigo de Chuk Norris, se acabó. Los frikis de pueblo y ciudad se fueron extinguiendo al ser sustituidos por una panoplia de youtubers e influencers de pacotilla que despoblaron las aceras de excéntricos y llenaron redes y canales de grotescos pirados que, no contentos con su apariencia chocante, se permiten el lujo de aconsejarnos qué comer, a quién votar, cómo amar, qué leer, qué pensar… Y lo grave es que les hacemos caso.

Personajes pintorescos

Los personajes pintorescos de antes de Youtube no tenían pretensiones de nada. Sin embargo, los jóvenes éramos crueles con ellos. Costillares era un vecino singular del cacereño barrio de San Antonio que iba a cazar a El Rodeo con su escopeta de avancarga y, al pasar por la carbonería del Tío Macario (donde el restaurante Puerta de Mérida), los muchachos lo enfadaban gritándole: «Costillares, camarero, te quedaste sin casa y sin dinero». Gregorio Cartulina, otro entrañable friki de Cáceres, se irritaba al escuchar a los adolescentes vocear: «Gregorio Cartulina, el terror de las gallinas». La Gata era una señora entrañable que vivía en la parte antigua, iba a por agua con su cántaro, los muchachos del instituto se lo pinchaban con una púa y la buena mujer iba perdiendo su carga por el camino.

¡Qué diferencia con los chavales de hoy! Veneran a sus chocantes youtubers y tiktokers siguiendo sus caprichosas recomendaciones: qué marcas comprar, cómo gestionar las relaciones personales, consejos de moda y belleza, eventos a los que acudir… Había hace años en Cáceres un caballero misterioso apodado El Detective que se apostaba al comienzo de la calle Pintores ataviado con una larga gabardina. Cuando pasaba alguien a quien creía sospechoso, se subía los cuellos de la gabardina y lo seguía señalándolo con gestos ostensibles y avisando a los viandantes: «Este es, este es». Los cacereños sonreían y pasaban de él. Si hace eso un influencer, destrozamos en las redes al sospechoso.

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Los frikis de Insta o TikTok se hacen de oro con sus consejos interesados. Los frikis de antes malvivían con sus humildes negocios: Eli Cacahué con sus manises, Juan Caraván con su tirachinas, El Cartulina recogiendo papeles o El Chato de los Metales, que estuvo en la División Azul, con su quiosco del cacereño paseo de Cánovas. Eran, simplemente, simpáticos, bohemios, llamativos, pero ni ellos tenían la cara dura de aconsejarnos ni nosotros éramos tan tontos como para convertirlos en nuestros gurús.

A algunos de aquellos seres atípicos, los empleaba el ayuntamiento caritativamente en el Colegio Universitario. Debían avisar a los profesores del final de las clases y había uno que, cada 60 minutos, abría la puerta del aula y anunciaba solemnemente: «Profesor, ha llegado su hora». Resultaba tétrico y lo despidieron. Los influencers también son siniestros, pero nosotros los adoramos y ellos se forran.

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