¿Qué ha pasado este viernes, 5 de diciembre, en Extremadura?
El cacereño Antonio Galindo, profesor en Oslo (Noruega), suministrando gel desinfectante a sus alumnos. HOY

Un extremeño en la desescalada noruega

Profesor en Oslo. Un cacereño cuenta cómo es la vuelta a la normalidad en los colegios nórdicos, que han ido abriendo de forma gradual, un camino que podría seguir España

Álvaro Rubio

Cáceres

Viernes, 8 de mayo 2020, 22:13

No hay casi ruido, no hay muchos niños en el patio, no hay balones de fútbol ni combas y las actividades han cambiado. Tampoco se ve a alumnos corriendo por los pasillos y, por supuesto, no hay abrazos. La vuelta está siendo un poco triste. Estamos regresando a las clases pero el colegio no parece un colegio». Esa es la sensación que tiene Antonio Galindo Agúndez, un extremeño que es profesor de Música y Español en la escuela Bjølsen de Oslo, la capital de Noruega.

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Allí el coronavirus no ha golpeado con tanta fuerza como en España. De hecho, en un país de unos cinco millones de habitantes ha habido menos víctimas mortales (218) que en Extremadura, donde la cifra ya supera las 460. Por eso su vuelta a la llamada nueva normalidad está siendo antes y lo que aquí aún es un debate allí ya es una realidad.

Este lunes todos los alumnos volverán a las aulas. Para llegar a ese punto, en el país nórdico llevan varias semanas implantando un regreso gradual. Las escuelas se cerraron para los alumnos a mediados de marzo. «Se trasladaron las clases a plataformas digitales y algunos profesores hemos hecho guardias para atender a los niños cuyos padres trabajan en profesiones indispensables en este momento como sanitarios o distribuidores de alimentos, entre otros, y niños con necesidades especiales», cuenta Galindo, que indica que allí no ha habido una prohibición tan estricta como en España, con limitaciones de movimiento. A los niños nunca les han prohibido salir a la calle y algunos pequeños comercios abrieron sus puertas a finales de abril. Ahora ya se permiten las concentraciones de hasta 20 personas. «Eso sí, había que prevenir con lavado de manos y distancia de dos metros que ya se ha reducido a uno», matiza.

Pese a que las medidas no han sido tan drásticas, la vuelta al colegio sí ha cambiado por completo. El relato de este cacereño nacido en 1986 es una mirada al futuro de lo que podría ser aquí el regreso a las aulas.

Las primeras en abrir fueron las guarderías. Lo hicieron a mediados de abril con unas normas muy estrictas. Sus dos hijos, Julian y Frida, van a una de ellas cuando él y su mujer, también profesora de Música, trabajan. «Los pequeños están en grupos estanco, es decir, muy pocos niños con el mismo adulto, sin rotaciones y en un horario reducido de apertura para que si se detecta algún contagio solo pase a cuarentena el grupo y no todo el centro», detalla Antonio, que ahora tiene que llevar la comida hecha en casa a la guardería porque ya no la sirven.

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Una semana después abrieron los colegios para los niños de seis a diez años. «Son los que primero se han incorporado porque tienen más dificultades con la enseñanza 'online'», dice por teléfono justo antes de entrar en una de las aulas. Los pasillos están llenos de marcadores para mantener la distancia de seguridad.

Primero abrieron las guarderías, luego los colegios para niños de seis a diez años y este lunes vuelven todos a las aulas

Antes de que el coronavirus llegara a Noruega, en cada aula solía haber entre 20 y 30 alumnos. Estas semanas solo ha habido grupos de 15 que han tenido que mantener la distancia de un metro entre ellos y lavarse las manos cada vez que entraban en el aula. Para ello en cada clase hay un lavabo y gel desinfectante. «Hacen fila hasta que les toca su turno y en eso se tarda entre 15 y 20 minutos», explica Antonio, que detalla que el horario lectivo se ha reducido a tres horas y media. También se han suspendido todas las actividades colectivas y han retirado el material escolar común. Ahora cada niño lleva el suyo.

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En los recreos ya no se oye el bullicio de antes. Los alumnos de diferentes cursos salen a distintas horas. «Los de primero y segundo lo hacen a la vez, y por otro lado los de tercero y cuarto. Sin embargo, para cada uno hay una zona asignada», comenta.

Explica que si un niño presenta algún síntoma se le aísla en una habitación acompañado por un profesor que debe ponerse una mascarilla y guantes hasta que sus padres vayan a recogerle. «Muy poca gente utiliza esa protección porque el departamento de Salud Pública no lo ha exigido», apunta Galindo.

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20 alumnos por clase

El pasado jueves, el Gobierno noruego anunció que este 11 de mayo las escuelas y otros centros de enseñanzas medias se abrirán para todos, pero no las universidades. Los alumnos estarán en aulas de no más de 20 (los de seis a diez años permanecerán en grupos de 15 como máximo) y cada curso recibirá clases presenciales varios días a la semana. Las jornadas restantes aprenderán con plataformas digitales. «Va a hacer falta más personal», prevé el profesor cacereño.

También se sabe ya que han cancelado la prueba oral y escrita que realizan los jóvenes de 16 años para pasar al siguiente ciclo educativo, lo que aquí se conoce como Bachillerato. Se trata de un examen que se hace en sedes y conlleva el movimiento de alumnos de unas localidades a otras, algo que sucede en España con la EBAU, la antigua Selectividad que se celebrará en Extremadura el 30 de junio, 1 y 2 de julio. «De manera excepcional solo se tendrá en cuenta la media de las notas de los cursos anteriores», comenta Galindo.

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En España la incertidumbre continúa. La ministra de Educación, Isabel Celáa, ha dicho que solo la mitad de estudiantes estará en clase en septiembre si no hay una vacuna, pero no se conocen más detalles.

El plan de transición a la nueva normalidad dejó abierta la posibilidad de que algunos centros acojan a menores de seis años, para favorecer la conciliación familiar a partir de la fase dos. Es decir, nunca antes del 25 de mayo. El presidente de la Junta de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, propuso que se amplíe esa opción para los mayores de seis para que se puedan beneficiar, de manera voluntaria, las familias con hijos de más edad.

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