«No voy a dejar de ser cirujana por tener una lesión medular»
La extremeña Berta Domínguez sufrió una lesión medular hace un año al tirarse de cabeza a una piscina, ahora lucha por volver a andar y trabajar en un quirófano
Berta Domínguez está en silla de ruedas desde que hace catorce meses se golpeó con el fondo de una piscina al tirarse de cabeza. Pasó nueve días en la UCI sin ver más que la espiral del sistema de ventilación del techo y nueve meses más en el hospital de lesionados medulares de Toledo. Ahora se rehabilita en Madrid y está construyendo su nueva vida.
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La anterior se quebró el 7 de junio del año pasado. Ahora –bromea, está «tetra bien» que es lo mismo que decir, estoy bien y tetrapléjica. Lejos de despertar compasión, la historia de esta extremeña de 24 años contada por ella contagia vitalidad, la que ella derrocha pese y con sus circunstancias. Está aprendiendo a comer, a escribir, a andar... como si lo hiciera por primera vez.
De su vida anterior –así es como la califica–, solo conserva intacta una aspiración: ser cirujana. «No quiero ser otra cosa. Ahora estoy sin manos pero en un futuro seré cirujana». Supo que quería trabajar en un quirófano cuando tenía 16 años y su padre, cirujano, le dejó acompañarlo para que viera una operación. «Tengo que esperar a que la cirugía sea totalmente robótica para poder ejercerla, pero no voy a renunciar».
Ahora está a punto de terminar la carrera de Medicina y tiene buen pulso, aunque las órdenes de su cerebro no la reciben sus dedos, tampoco sus piernas. Esa es la secuela más tangible de su lesión medular, a la que ya le ha ganado varias batallas: levantar los brazos sin que se le caigan encima de la cabeza o ponerse de pie sin marearse.
«A la gente normal, con amigos, estudiando Medicina también nos toca». Dice esto ahora que está dentro de una realidad, la de los lesionados medulares, que le parecía cosa de gente mayor antes de tirarse de cabeza a la piscina.
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Berta nació en Badajoz, ha vivido en Mérida y tiene dos pueblos a los que ir: Torre de Miguel Sesmero, donde está la familia de su padre, y Coria, donde vive la de su madre. Su accidente fue en Salamanca. Estaban despidiendo a una amiga que se iba a estudiar el MIR a Oviedo.
«Estábamos bañándonos todos, tirándonos de cabeza, pero yo tuve la mala suerte de que se me resbalaron las manos en el fondo de la piscina y me di justo en el centro de la cabeza». Se le estalló una vértebra, se le rompió otra y tuvo un traumatismo en la médula.
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Reconoce que fue imprudente: «Ni siquiera miré dónde me estaba tirando. Dije: voy a refrescarme, toda diva, y me lancé de cabeza. Lo había hecho antes 50.000 veces, pero solo necesitas un momento de mala suerte para acabar tetrapléjica».
No intuyó que el golpe, «que fue como cuando estás buceando y te das con la pared de la piscina», le iba a dejar en una silla de ruedas. «Pensaba que iba a ser una semana de rehabilitación y que iba a estar tan normal, pero ya han pasado un año y dos meses».
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De la piscina fue directamente a la UCI. De ese primer ingreso no tiene recuerdos afianzados. El pronóstico terrible, pero no se cumplió. Lo tuvo que escuchar su padre, él que hasta entonces era quien salía a informar a los familiares del estado de sus pacientes. Fueron nueve días, que para Berta transcurrieron como meses. Su campo de visión se redujo al techo de su habitación.
«Tenían que enderezarme el cuello antes de operarme. Para eso la primera noche me inmovilizaron la cabeza con un compás, un collarín fijo y siete kilos tirándome hacia atrás». En esas primeras horas, aún no sabía qué le pasaba, solo que no podía moverse pero seguía creyendo que se le iba a pasar.
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Sus conocimientos médicos no le ayudaron a pronosticar su salud. Lo confiesa así:«En el examen de neuro copié y no tenía ni idea. Ya me podría haber pasado algo de nefro o de digestivo pero no, tuvo que ser de neuro».
La pista de que no se iba a recuperar tan rápido como esperaba se la dio el cirujano cuando fue a verla antes de operarla. El mismo con el que un mes antes había hecho las prácticas de su carrera. «Lo conocía y aunque me dijo que no me preocupara, cuando vi su cara sabía que la cosa no estaba bien».
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Al hospital de Toledo ya llegó sabiendo que estaba tetrapléjica, pero creyendo que en dos meses estaría de nuevo andando. Un ingreso de ese tiempo era lo máximo que había escuchado durante su carrera. No fueron dos, sino nueve de una rutina marcada y horarios fijos. Así resume cómo lo vivió: «Pasé de vivir en Salamanca sola con mi gato en un piso frente a la discoteca, a vivir en el hospital compartiendo habitación».
Anastasia y el chico guapo
Precisamente su compañera de la cama de al lado fue clave durante su estancia en Toledo. También extremeña, de Aceituna (Cáceres) y de 77 años, Anastasia fue quien le amenizó las noches de hospital a Berta. «Me dio la vida porque cuando no podía dormir, me contaba historias de cuando ella era joven».
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Su otro apoyo fue lo más parecido a una pareja que Berta ha tenido hasta ahora. «Era el chico guapo del hospital y se fijo en mí. Él estaba parapléjico pero era independiente y venía a verme a la habitación. La cosa acabó regular pero fue mi salvavidas allí».
En Toledo empezó a recuperar algo de movilidad. Lo primero que empezó a manejar fue el móvil. «Me escribía mucha gente y mi hermana –quien es ahora su sombra– era la que me gestionaba las llamadas, las visitas o los whatsapp». Después vinieron los brazos, el manejo de los cubiertos... Muchas de las cosas que le dijeron que no podría hacer.
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«Es trabajar hasta que te dé el cuerpo para conseguir la máxima independencia». Así es como se plantea su rehabilitación que, ya ha asumido, que será para toda la vida. «Esta lesión es para siempre, aunque me levante y ande se acabó eso de tirarme en el sofá y no hacer ejercicio en todo el año».
Esa es parte de su nueva vida. «No la puedo comparar con la de antes, porque todos los recuerdos que tengo son de otra vida diferente, como si me hubiera reencarnado en mí misma y tuviera que empezar de cero». Aunque es una optimista nata que ha aprendido a relativizar, reconoce que se enfada con el mundo todos los días por no poder moverse. «Tengo momentos en que estoy fatal, pero es que estoy tetrapléjica no es que tenga un resfriado».
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Aún así siempre muestra su mejor cara. Lo hace también en canal de 'youtube', donde Berta cuelga vídeos contando qué le pasó, cómo se siente y cómo se está recuperando. Lo hace como terapia suya y de los que están como ella.
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