Cada vez que consigue una foto así se conjugan horas de espera y una «preciosa casualidad». Juan Pablo Prieto

«Si cruzas la mirada con un lince jamás lo olvidarás»

El fotógrafo pacense Juan Pablo Prieto ha sido capaz este año de retratar al esquivo lince ibérico en plena naturaleza extremeña

Domingo, 8 de septiembre 2024, 08:00

Ocurrió en el valle del Matachel en enero de este año. Juan Pablo estaba con su objetivo de 500 milímetros acoplado a su Nikon. Llevaba ... varias horas intentando fotografiar un lince que sabía rondaba el lugar y, de repente, se topó con dos cachorros. «Venía andando por una zona de mucha vegetación y al asomarme a un cancho los vi. La madre se había ido a cazar y ellos estaban esperándola sobre una piedra buscando los rayos del sol porque era un día fresco».

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Los cachorros estaban a unos sesenta metros, pero ahí no acaba la historia. «Me tumbé, me quedé quieto –prosigue Juan Pablo–, empecé a hacer fotos y cuando miré a mi lado vi que venía la madre. Pasó a unos ocho metros de mí con un conejo en la boca. Me giré, pero no podía hacerle la foto porque el objetivo era para disparar lejos y no tenía una distancia mínima focal, pero ahí estaba la lince. La primera que le pude hacer me salió cortada. Luego puso el conejo entre sus cachorros y yo, así que al final se acercaron hacia donde yo estaba. El 'clic' sonó, pero los dos hermanos estaban pendientes del conejo y no se enteraban. La madre me miró y no me hizo ni caso. Créeme, si alguna vez consigues cruzar la mirada con un lince es fascinante, no se te olvidará jamas en la vida».

Juan Pablo Prieto, pacense de 53 años, es agente del medio natural y en sus ratos libres se dedica a la fotografía de naturaleza. Los pájaros son su especialidad, pero las experiencias más intensas las ha tenido cuando ha conseguido encuadrar al lince ibérico, un animal esquivo de una belleza que hipnotiza y que ha estado a punto de extinguirse. En 2011, tras varios programas de cría en cautividad, comenzaron las sueltas. «Desde que sabía que el lince estaba en Extremadura me interesé por él. Es una de las tres especies que a los naturalistas siempre nos ha llamado la atención: el lince, el lobo y el oso. Son la cúspide de la cadena trófica, depredadores que están rodeados de un halo de misterio», describe Prieto.

«Su mimetismo los hace invisibles. He tenido la sensación de ellos me ven a mí y yo a ellos no»

Juan Pablo Prieto

Agente del medio natural y fotógrafo

En su opinión, el programa llevado a cabo en las últimas décadas para su recuperación está dando muy buenos resultados y el censo actual supera los dosmil linces dispersos por la península. Sus manchas son únicas, como una huela dactilar. Las cifras se extraen sumando aquellos con collar que son rastreados por satélite, los captados por fototrampeo y de imágenes que reportan aficionados. Se supone por ello que puede haber más.

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Y aunque estadísticamente ya es más sencillo toparse con un lince, fotografiarlo es casi imposible. Tienen que pasar dos cosas, que lleves el equipo listo para disparar y que el lince se cruce. Este extremeño calcula que ha ido a intentar capturarlo con su cámara unas 150 veces y solo ha tenido éxito cinco o o seis. «De todos modos, aunque vayas al lince traes material como un conejo, un rabilargo, una garduña o un meloncillo», se consuela.

«Sabes que es fuerte y rápido»

Aunque empezó a buscarlo en los noventa cuando él sabía, por los excrementos, que había linces cerca, no fue hasta 2014 cuando Juan Pablo Prieto se cruzó con uno. Luego ha visto más. «Los días que he conseguido verlos es una sensación que deja huella en cualquier amante del campo».

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A veces lo ha logrado, dice, porque estaban pendientes de otras cosas, como ocurre durante una pelea territorial. También ha detectado, prosigue, que de los ciclistas no se asustan mucho. «El lince confía en su mimetismo y he visto que no se asusta del ruido de varias bicis aproximándose. El lince sabe que es fuerte, rápido y que da cuatro saltos, desaparece entre la vegetación y no hay quien lo siga. Yo he tenido la sensación de que ellos me ven a mí y yo no los veo a ellos. Normalmente guarda distancia y detecta si vas hacia él o no, por eso hay gente que va cogiendo espárragos y de repente lo tiene a ocho metros. He aprendido que no hay una hora fija en la que es más fácil verlos. Y también que si están quietos su mimetismo los hace invisibles. Con los técnicos de Iberlince íbamos una vez con la antena y pitaron ocho linces en un radio de sesenta metros. Pues no hubo manera de verlos. Encontrarse con ellos es una preciosa casualidad», declara.

Dos ejemplares peleando. «Lo que al principio parecía una lucha territoria terminó siendo un intento de cópula». Juan Pablo Prieto

Las otras dos veces que en este 2024 ha sonado la flauta ha sido en enero, que es su época de celo, ya que las hembras paren en primavera. Cuenta que normalmente va unos días antes con el telescopio a ver si ve alguno e identifica algún punto al que tengan querencia para otro día apostarse donde haya un buen tiro de cámara. «Pasó un rebaño de ovejas con dos mastines y se subieron a un bolo de granito. La hembra se ocultó un poco y el macho estaba pendiente de la hembra. Yo estaba a unos sesenta metros totalmente vestido de camuflaje pegado a una encina», narra para ilustrar cómo consiguió esa foto.

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En otra ocasión, también este año en invierno, prosigue, lo que le pareció que era una pelea terminó siendo una cópula que consiguió capturar de lejos. «Eran las diez y media de la mañana, escuché unos gruñidos entre unas retamas y había dos animales peleándose, pero era un macho intentando montar a una hembra que no estaba receptiva. Se iban moviendo y en vez de alejarse se acercaron a mí, algo que no suele pasar».

Juan Pablo Prieto ha sido asesor en numerosos documentales de naturaleza y ha tenido su propia empresa de 'birdwatching'. La recuperación del lince ibérico la ha seguido de cerca hasta confirmar con sus ojos que está siendo un éxito, ya que hace unos 20 años se contaban apenas un centenar de ejemplares y en la actualidad hay más de dosmil. El aumento de la población de conejos, base de su dieta, ha ayudado mucho.

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33 muertos en la región

Según el último informe del Ministerio para la Transición Ecológica, en 2023 se registraron 14 núcleos poblacionales de presencia estable y reproducción de lince ibérico, de los que 13 se hallaron en España (cuatro en Andalucía, tres en Castilla-La Mancha y seis en Extremadura), más un núcleo en Portugal. Este informe oficial habla de un total de 2.021 linces ibéricos censados repartidos entre España, con 1.730 individuos totales (85,6%), y Portugal con 291 (14,4%). Andalucía (755 individuos; 37,4% del total de linces), Castilla-La Mancha (715; 35,4%) y Extremadura (253; 12,5%) son las comunidades autónomas españolas donde se reproduce la especie. En el caso de la comunidad extremeña la mayoría están en el valle del río Matachel (Badajoz), que comprende los subnúcleos de Alange y Hornachos, donde se censaron 168 ejemplares.

Igualmente, el informe del Miteco apunta que en 2023 murieron 33 linces en la región (189 en total), la mayoría por atropello. Prieto considera que los diferentes programas Life para su recuperación, que arrancaron en 2002, han sido un éxito. Sin embargo, echa de menos otro programa que remate este trabajo. Tiene que ver con habilitar zonas de paso. Lo justifica porque prácticamente todos los atropellos ocurren en los mismos lugares. Pone un ejemplo: «cerca del hospital de Navalmoral de la Mata han muerto varios porque todos los que están entre el embalse de Valdecañas deben atravesar un nudo de carreteras».

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Dos cachorros solazándose el pasado mes de enero. «Al rato llegó la madre con un conejo». Juan Pablo Prieto

En su opinión, «debería llegar financiación para evitar esos puntos negros creando pasos para el lince que luego pueden aprovechar más animales, tanto por arriba, como por abajo, que son los que prefieren en este caso los anfibios y tejones. En Toledo hay muchos atropellos, cerca de Coria del Río (Sevilla) hacia Doñana han muerto varios también. Los agentes tenemos una aplicación para anotar atropellos y son en la misma fecha y en los mismos puntos, cuando determinados animales jóvenes se separan», explica. Y como ejemplo de un buen trabajo cita el túnel de Miravete, califica de un paso de fauna «estupendo» de esas sierra que conecta Monfragüe y Villuercas. «Habría que hacer más pasos así porque si ponemos en la balanza lo que nos cuestan los accidentes –señala– ganamos todos».

El extremeño Juan Pablo Prieto con su equipo fotográfico. HOY

«Debe haber una ética, al animal nunca hay que asustarlo»

En opinión de Juan Pablo Prieto, para fotografiar animales en la naturaleza hay que tener una ética y no todo vale. «A los linces es muy complicado poder hacerles fotos, pero cuando se presenta la oportunidad me traigo la tarjeta de la cámara llena porque lo veo tres minutos y hago 200 fotos, aunque no todas valgan porque se mueven muy rápido, son un torbellino. Otras veces el ejemplar se ha tumbado relajado y cuando he tenido material me he retirado yo sigiloso. Es muy importante mantener un código ético en el que lo primero sea el bienestar del animal, no asustarlo y que se vaya hacia una carretera donde se ponga en peligro. Yo busco retratarlo allí donde el animal se siente seguro. Hay veces en que la gente enseña fotos y sale estresado, asustado. A mí esas fotos no me gustan», dice.

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