De crucero por el río Alagón
Navegar en invierno ·
El frío no es obstáculo para disfrutar de la riqueza fluvial extremeñaLa gasolinera de Ceclavín es conocida popularmente porque su dueña, Paquina, la atendía incluso siendo octogenaria. Ahora la llevan sus descendientes. Paramos a llenar el ... depósito, comentamos que vamos de crucero y nos cuentan que navegaremos con el mismo combustible que le vamos a echar al coche pues el señor Pintado, propietario de la empresa Cruceros Fluviales Barco del Tajo, carga en esta gasolinera los bidones de diésel que mueven su barco.
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El día está nublado, pero no hace frío, una buena jornada para navegar. Circulamos por una carretera en buen estado que desciende hacia el Alagón, un río que en estos contornos protagonizó historias de contrabandistas. Lo cruzaban por vados, a nado y a caballo, cargando mercancías portuguesas. Un recuerdo de aquel tiempo: justo enfrente del embarcadero, desemboca el arroyo Tabaquero.
Para llegar al embarcadero, hay que coger un camino de tierra que no está bien señalizado. En realidad, no está señalizado, al menos cuando desciendes hacia el puente, que queda unos metros más abajo. Menos mal que se puede dar la vuelta en el aparcamiento del restaurante La Cabaña, mirador imponente sobre el Alagón. Desde su terraza, tomando un café antes de embarcar, podemos hacernos una composición de lugar. Abajo, en el río, nuestro punto de partida: un pantalán con un barco amarrado. Enfrente, la inmensidad del río, encajonado entre alturas escarpadas. A un paso, el puente que conduce a Zarza la Mayor y a las fronteras portuguesas de Salvaterra do Estremo y Monfortinho.
Descendemos por el camino de tierra, que se encuentra en buen estado, y nos detenemos en la Fuente del Huevo, antiguo balneario de aguas ferruginosas cubierto a veces por el río. El edificio original del balneario está en ruinas, inutilizado tras la crecida de las aguas al construirse el pantano de Alcántara, pero se ha levantado una sencilla instalación donde se pueden llenar gratuitamente garrafas de agua salutífera.
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Abajo, en el entorno del sencillo muelle, se aparca fácilmente. Embarcamos sin agobios y accedemos al interior de este crucero pequeño, pero coqueto, casi lujoso. Los cruceristas viajaremos cómodamente sentados en sofás que permiten la charla y la visión a través de la estructura completamente acristalada del barco. No hay peligro alguno y el viaje es tranquilo, sosegado, silencioso, solo interrumpido por las explicaciones de la guía, Estela, una joven que vive en Cáceres, pero desciende de Ávila y Palencia y no solo conoce la fauna, las aves y la orografía que nos rodea, sino que lo explica todo con entretenido didactismo.
Nos da explicaciones rigurosas sobre los sirulos y su llegada a España como experimento. Nos detalla la jerarquía de los buitres, negro, leonado y alimoche, al tiempo que los contemplamos posados en las orillas o volando sobre el barco. También relata el caso de las anguilas del Alagón, que hacían las delicias del emperador Carlos en Yuste, o la desgracia del cangrejo americano, que contagió un hongo al autóctono y lo diezmó. Habla de un olivar ribereño cuyas aceitunas se cogían desde barcas.
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Miguel es el piloto. Es de Ceclavín de toda la vida, de los Crisolino, una familia de carpinteros. Precisa que la profundidad del río va de los 35 a los 60 metros. En un alto de la navegación, probamos aceite de Marchagaz y miel de la ceclavinera Petri. Regresamos a puerto porque este viaje no llega al meandro ni a los Canchos de Ramiro, espectacular desfiladero río arriba. La próxima salida del crucero será dentro de una semana, el sábado 21 de diciembre a las 10.00 horas, y entonces sí llegará a los Canchos de Ramiro.
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