La policía buscando pruebas en el solar tras el crimen. HOY

Crónica Negra en Extremadura

42 puñaladas en Valdepasillas del aprendiz de peluquero

En 1985 en Badajoz unos escolares encontraron un cadáver en las traseras del colegio Salesiano, estaba semidesnudo, maniatado con cordones y con su camisa como mordaza

Sábado, 18 de noviembre 2023, 08:00

El 10 de junio de 1985 varios escolares del colegio Salesiano de Badajoz se dirigían a clase cuando se encontraron con una imagen que jamás ... olvidarían y que se difundió boca a boca por toda la ciudad. Los menores hallaron el cadáver de un hombre joven. Había recibido 42 puñaladas de un aprendiz de peluquero.

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El cuerpo estaba casi desnudo, solo llevaba unos calzoncillos y unos calcetines. Se encontraba inclinado sobre su pecho con las manos atadas a la espalda por los cordones de unas botas deportivas. Su propia camisa le tapaba la boca a modo de mordaza. El solar, en las traseras del colegio, estaba lleno de maleza. Entre las hierbas se encontraron sus gafas y una bota, nada más.

Lo primero que sorprendió a los policías que asumieron el caso es que, a pesar de la gran cantidad de heridas recibidas, la víctima no se había defendido. No tenía cortes en las manos ni en los brazos. Las 42 puñaladas estaban en el pecho, el cuello, la espalda, los costados y los muslos. La conclusión de los investigadores fue que el fallecido conocía a su asesino.

Al mover el cadáver vieron que debajo había una enorme marcha de sangre, sin regueros. La cantidad era tan grande que se calculó que la sangre había empapado hasta 30 centímetros de tierra. Eso hizo pensar a los policías que el crimen tuvo lugar en el solar. Lo confirmaron cuando encontraron testigos que les dijeron que habían visto a dos hombres jóvenes que entraban en esta parcela el día antes, el domingo por la noche.

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El reto en esos momentos era identificar a la víctima, pero no había nada en el cuerpo que sirviese para saber quién era. Estaban desconcertados hasta que unos jóvenes que vivían en un edificio cercano dijeron que había desaparecido uno de sus compañeros de piso. Se trataba de un estudiante de Magisterio que residía en el edificio Miraflores, un inmueble cuyas traseras daban al solar. Sus amigos confirmaron que el muerto era él.

Los encargados del caso pensaron que la detención del responsable sería rápida. Solo podía ser algún conocido de la víctima que era un estudiante normal, con amigos, y que salía esporádicamente con un par de chicas.

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Pero no. Ninguno de sus compañeros de piso, de carrera o conocidos sabía quién era el otro joven con el que entró en el solar. El misterio duró una semanas hasta que se desveló que era un chico con el que mantenía una relación amorosa.

En esa época, el crimen tuvo lugar en 1985, la homosexualidad se consideraba aún un tabú y había un amplio rechazo en la sociedad. Eso provocaba, en muchos casos, que los gays llevasen sus relaciones en secreto.

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«Amistad íntima»

Tanto la policía, como el proceso judicial y los periodistas hablaban de estas relaciones con eufemismos, por ejemplo, decían que la causa del crimen había sido que la víctima había intentado romper «la íntima relación» que mantenía con su amigo. Se hablaba de proteger la identidad de los implicados por «las circunstancias homosexuales del caso» y se comparó este crimen con el que tuvo lugar siete años antes en la Alcazaba y que también acabó con la muerte de un miembro de una pareja gay tras una ruptura. Se los calificaba de «crímenes pasionales».

En el caso de 1985 la policía tardó una semana en dar con el autor. Lo logró tras conseguir una foto del sospechoso y mostrársela a los testigos.

Así detuvieron a Fernando, un aprendiz de peluquero que vivía en la zona de María Auxiliadora y que confesó. Contó que se habían conocido en una cabina telefónica y que, poco después, su amistad se convirtió en una relación. Planeaban, según el detenido, marcharse a Barcelona a vivir juntos.

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En el juicio, que se celebró en marzo de 1986, Fernando dio un relato detallado de los hechos. Aseguró que ambos jóvenes se encontraron ese domingo y que la víctima rompió con él. El aprendiz de peluquero le insistió en marcharse a Barcelona juntos cuando terminase la carrera de Magisterio, pero se negó. El acusado explicó que su novio se avergonzaba de la relación, que solía esconderse cuando iban juntos para que no le viesen conocidos y que salía con chicas.

La ruptura, según el acusado, derivó en un enfrentamiento físico. En su testimonio aseguró que fue la víctima el que lo agredió primero y que el se defendió. Le dio cuatro o cinco puñaladas y después «no se acuerda de nada». El fiscal mantuvo que, una vez herido le ató la manos, lo amordazó y siguió apuñalándolo.

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La Fiscalía pidió 26 años de cárcel por lo que consideró un asesinato con alevosía. En principio había solicitado 28, pero a lo largo del juicio el Ministerio Público reconoció que el aprendiz de peluquero había sufrido un arrebato. Por su parte la defensa mostró el parte médico que señalaba que Fernando también había sufrido heridas y argumentó que era homicidio porque se había dejado llevar por un trastorno mental transitorio. La sentencia contradijo a ambas partes. Calificó el hecho de homicidio al rechazar la alevosía, pero tampoco aceptó que fuese un arrebato. Fue condenado a 15 años de internamiento.

El solar donde ocurrió este sangriento crimen se convirtió tres años después en el parque José Pérez Jiménez, una de las zonas peatonales de Valdepasillas. Un paseo bonito y animado donde nadie recuerda lo que ocurrió hace 38 años.

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