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CRÓNICA NEGRA EN EXTREMADURA

Duelo a muerte por pretender a su hermana y a su novia

La Feria de San Juan de hace casi cien años se vio empañada por el desafío entre dos jóvenes de buena familia en el que solo uno sobrevivió

Sábado, 10 de junio 2023, 07:41

Esta semana comienza la Feria de San Juan de Badajoz. Hace casi 100 años las fiestas de esta ciudad quedaron marcadas por un duelo entre ... dos mozos. Florencio trabajaba en banca y Modesto era maestro, ambos pertenecían a familias de renombre de Badajoz, pero una noche en plena feria, se marcharon al llamado Baluarte de los Pinos (Ronda del Pilar) a pelearse, solo uno salió con vida.

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La noticia del crimen, según anunció El Correo Extremeño, causó gran expectación en la ciudad «no por lo que en si fuera delito, sino por los protagonistas de él. Ambos jóvenes y cultos, con cierta posición social. Uno había desempeñado un cargo en una entidad bancaria y el otro era un maestro nacional, que había terminado con brillantísima calificación la carrera y había obtenido elevada puntuación en los dos ejercicios a las oposiciones de Magisterio ¿Qué había pasado entre estos dos jóvenes», se preguntaba este periódico.

El suceso tuvo lugar en la noche del 29 al 30 de 1929 en Badajoz, pero los problemas entre ambos se remontan a cuatro años antes. Modesto era, según todos los testimonios, agraciado y encantador, así que tenía habitualmente «varias novias». Los jóvenes se veían entonces en las sociedades como El Casino o El Liceo y en San Francisco, donde salían a dar paseos y coquetear.

En estos ambientes Modesto S. se encaprichó de Amparito, una chica de buena familia, guapa y, según los testimonios también, no muy espabilada. Comenzaron a salir, que entonces se llamaba «estar en relaciones», pero pronto encontraron oposición, la de Florencio G., el hermano de Amparo, que conocía a Modesto y lo había visto habitualmente con otras chicas.

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«Modesto no llevaba buen fin y tenía otras novias», aseguró Florencio que se sentía responsable de su hermana porque eran huérfanos de padre y que estaba convencido de que el único interés del otro joven era seducir a Amparito.

«Es una señorita»

En la época existía cierto protocolo al «hacer la corte» y Florencio, en principio, lo cumplió. Devolvió al pretendiente las cartas que escribía a su hermana y redactó él mismo una pidiendo al joven que desistiese en su interés. En concreto le advirtió que «tuviese cuidado con lo que iba a hacer con ella, pues se trata de una señorita».

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La relación se rompió, pero Modesto mantuvo el interés. De hecho varias veces sus amigos le escucharon decir que volvería con Amparo porque «había de ser su mujer».

El conflicto entre Modesto y Florencio subió un escalón más cuando el segundo se quedó sin novia. Rompió con él María O. cuando todo indicaba que iban a casarse. Lo peor para el hermano de Amparito es que unas semanas después comprobó que la que era su novia paseaba del brazo de Modesto por San Francisco.

De nuevo siguió el estilo caballeresco de la época y escribió a María pidiéndole que le devolviese sus cartas de amor y sus recuerdos juntos. En lugar de satisfacer la petición, recibió una misiva de Modesto diciéndole que no se cartease con su novia, lo que, probablemente, acabó de tensar las relaciones de todo.

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Los siguientes encuentros entre ambos jóvenes ya no fueron educados. Los testigos aseguran que Florencio se enfrentó a Modesto violentamente al menos dos veces y en ambas ocasiones le pidió un duelo a puñetazos.

El 29 de junio de 1929 la historia vivió su último capítulo. Esa mañana Amparito recibió una carta de Modesto pidiendo que retomasen la relación. Horas después Florencio estaba sentado en una terraza de San Francisco tomando algo con sus amigos cuando vio pasar a su hermana y a su pretendiente detrás. Se levantó y acompañó a Amparo a la esquina de las calles Menacho y Vasco Núñez para ver como la joven entraba en casa. Con recochineo Modesto le dijo: «Si no la acercas tu a la puerta, la acerco yo». La frase fue el colmo para Florencio y ambos se citaron por la noche en el llamado entonces Baluarte de los Pinos (Puerta Trinidad).

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El duelo

De noche ambos salieron por las sociedades y se encontraron en el Liceo. Junto y solos salieron de este local y se fueron al baluarte. Modesto se quitó la chaqueta y los puños de su camisa para comenzar la pelea a puñetazos. Todo indica que Florencio decidió tomar un atajo, sacó una navaja y le asestó ocho puñaladas al pretendiente de su hermana y su novia, dos de ellas en el corazón.

Luego se fue a la sociedad Casino y le pidió a un primo suyo que preguntase en el cercano Hospital Provincial si había entrado un herido. Su familiar volvió y le dijo que no se preocupase, que había visto a Modesto por la calle, pero claro, lo había confundido con otro porque el joven maestro yacía muerto en el baluarte.

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El juicio se celebró en noviembre, solo unos meses después del suceso. Había tanto interés que hasta dos periódicos publicaron las sesiones palabra por palabra, con todos los testimonios.

Florencio aseguró que Modesto le había obligado a ir al baluarte, que se habían peleado y que sacó una navaja por miedo. El fiscal le rebatió con testimonios que indicaban que era un duelo concertado, que él no tenía heridas y que planeó llevar el arma blanca.

El abogado defensor pidió la absolución por tratarse de defensa propia, ya que aseguró que su defendido se había visto en una situación de «miedo insuperable». Este letrado, según recogió la prensa, se estrenaba en las causas de sangre, pero embelesó al público por su grandilocuencia. «Para no conseguir el predominio de la bestia sobre la persona, necesita tres frenos: el de la conciencia, el de la sociedad y el de la religión, los que para sujetar las acometidas del bruto que todos llevamos dentro. Necesitan toda la vigilancia para reprimir toda clase de concupiscencias que provoca la sangre a su paso por todas las partes del cuerpo», dijo el letrado y añadió: «El que se deja dominar por las peligrosas tentaciones ve desaparecer su hombría al levantamiento de los hervores de la bestia (...) este hombre defendía la honra de su hermana y es lo que obligó a Florencio a sentarse en el banquillo».

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La defensa no le salió del todo mal, Florencio solo fue condenado a 12 años de cárcel por homicidio.

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