El curioso matrimonio de los asesinados
CRÓNICA NEGRA EN EXTREMADURA ·
En Ceclavín. A mitad de camino entre Ceclavín y Torrejoncillo permanece en pie 'La Cruz del Señorito', donde en 1858 mataron a Mariano Arias; 42 años después, en 1900, sería asesinada su viuda«Yo he pasado varias veces por aquel lugar, y sea por la cruz, o por lo intrincado del terreno o por la evocación ... del suceso, causa pánico y encoge el ánimo de los más atrevidos y valientes». Eso es lo que escribió de la 'Cruz del señorito' Severiano Rosado Vidal, en su libro 'Ceclavín, su vida y su folklore'.
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La cruz se encuentra cerca de Ceclavín, en el camino que conduce a Torrejoncillo. Es una cruz de hierro negra sobre una columna de granito de más de tres metros, que tiene dos lápidas. En una se puede leer:
«D.O.M.
D. Julián Rodríguez-Arias Yagüe fue asesinado en este lugar el 3 de noviembre de 1858 a los 24 años de edad. R.I.P. Sus padres»
D.O.M. hace referencia a una frase en latín que se traduce como: «Para Dios el mejor y más grande».
La otra lápida recoge un poesía llena de dolor:
«Hijo! Sumida en un mortal quebranto, / mi vida sin tu vida pasará. / No hay en el mundo alivio a dolor tanto. / Ah! Solo Dios podrá enjugar el llanto / de la madre que siempre llorará».
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La cruz recuerda el asesinato cometido ahí de dos personas: del señorito Julián, hijo del senador Cipriano Rodríguez Arias, descendiente de una rica familia de Béjar, y de su criado Mariano Arias. En ese lugar fueron derribados de sus caballos y acuchillados. Según la tradición oral de Ceclavín, el criado luchó por salvar la vida del amo y le machacaron la cabeza con una piedra.
Buscando en periódicos antiguos si se encontró a los culpables, vemos que unos días después del crimen, el juez encargado del caso pidió ayuda para localizar a un hombre que a las pocas horas del crimen cruzó con prisa el río Alagón, un hombre que describe así: «Montado en caballo negro, embozado en una capa de paño pardo, sombrero chambergo con borlas y cinta». Señalaba que los malhechores habían robado un caballo, las capas y sombreros de las víctimas y unas 'botas sevillanas' del criado, además de un reloj de oro, una cartera, una navaja, una escopeta de caza y 300 reales.
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En diciembre de 1858 parece que el juez ya sabe quienes cometieron los dos asesinatos, y pide que encuentre a dos individuos que cuando ocurrieron los hechos eran pastores de Sabas Simón Oliveros, el alcalde de Ceclavín. Se trata de: Tomás González, alías 'El Serrano', natural de Neila (Burgos), y el portugués Juan Prieto.
Parece que los acusados nunca fueron detenidos por este crimen que inspiró a Salvador Calvo para escribir el relato 'La vereda oculta'.
Lo que llama la atención es que el criado estaba casado con Agustina Torres Morato, y ella, por raro que parezca, fue víctima de otro asesinato.
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Ocurrió cuando Agustina llevaba 42 años viuda, y vivía en la calle Santa Ana de Ceclavín, con una nieta pequeña llamada María y su criada María del Pilar Perulero Módenes. La anciana se dedicaba a prestar dinero con intereses, dejando sus clientes joyas a cuenta. Se aseguraba que era rica, y a quien se le ocurrió robarle fue al novio de la criada, a Faustino Pascual Martínez.
La madrugada elegida fue la del 12 de diciembre de 1900. Cuando la abuela y la nieta dormían, la criada abrió la puerta y dejó entrar al novio con otros ladrones: Félix Martín Hinojal, alias 'Tartalla', y Jesús Rodríguez González, alías 'El Rojo'. La anciana se despertó y entonces la mataron. Le metieron una toalla en la boca y se asfixió. Los ladrones se fueron con 1.152 pesetas de la época, que era bastante dinero, y joyas empeñadas. La criada hizo como que no se había enterado del robo, y cuando la nieta se despertó y vio a la abuela muerta, empezaron a pedir auxilio. El médico de Ceclavín que vio el cadáver, en un principio dijo que la prestamista había muerto de una apoplejía pulmonar.
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Pasaron siete meses hasta que el capitán de la Guardia Civil Marcelino Izquierdo descubrió el crimen y a sus autores, gracias a un confidente. Detuvo a la criada, al novio y a los otros dos delincuentes, y confesaron tras encerrarlos en la torre del reloj de Ceclavín, que era la prisión municipal. El capitán sospechaba que también había intervenido un nieto de la víctima, Manuel Sánchez Rodríguez, apodado 'El Quitoli', porque tenía agobiada a su abuela pidiéndole dinero. En un principio los cuatro detenidos dijeron que el nieto no tenía nada que ver; pero luego aseguraron que sí y que él fue quien la mató.
Lo cierto es que el juicio por jurado fue en junio de 1903 en la Audiencia Territorial de Cáceres, y se pidió la pena de muerte para la criada, su novio, 'Tartalla', 'El Rojo' y también para el nieto. Había otra acusada, María Mateos León Sánchez, alias 'Amará', para la que pidieron 8 años de cárcel por haber comprado las joyas robadas.
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El juicio causó expectación en Cáceres. Duró ocho días y había 130 testigos. Al final el tribunal decidió ejecutar a garrote a la criada, al novio y a 'Tartalla'.
Los cacereños se movilizaron para evitar sus muertes, que iban a ser una realidad en 1905. El 9 de abril llegó un telegrama con el indulto del Rey.
La Revista de Extremadura cuenta que fue tal la alegría en Cáceres, que hubo una manifestación con música y banderas, repique de campanas y cohetes, y hasta el Colegio de Abogados de Cáceres organizó un banquete, en donde la revista cuenta que hubo 'brindis a granel' y con la alegría, los abogados y el alcalde de Cáceres José Elías y Prast decidieron apadrinar a un niño de meses; al hijo de la criada, que había nacido en la cárcel.
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