SI fuera posible, para escribir la columna de hoy, hincaría mi rodilla en tierra. A propósito de cine y de hombres negros, me vienen a la mente títulos inolvidables contra el racismo y a favor de los derechos. El primero de ellos, 'Adivina quién viene a cenar', película del año 1967 dirigida por Stanley Kramer, cuyos protagonistas, liberales, abiertos y defensores de los derechos civiles de los negros, ven tambalearse su mundo cuando su única hija les presenta al hombre con el que ha decidido compartir su vida: un eminente médico admirado por la comunidad científica y merecedor del prestigio del que goza, ¡además atractivo!, pero más negro que el betún. Los diálogos de la película son admirables, sus intérpretes, espléndidos; la pareja formada por Katherine Hepburn y Spencer Tracy, que lo fueron también en la vida real, está de diez, y el joven médico, Sidney Poitier, borda su papel, quien, por cierto, fue el primer actor afroamericano en ganar un Oscar en 1963 por 'Los lirios del valle', interpretación que le valió varios reconocimientos.
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Continuando con Sidney Poitier, en el mismo año, 1967, protagoniza 'En el calor de la noche', ese año se rifaban al oscarizado actor, dirigida por Norman Jewison. Transcurre en una pequeña población de Mississippi en la que ha aparecido el cadáver de un respetable hombre de negocios. Poitier, recién llegado a la ciudad, es arrestado por el solo hecho de ser negro. Cuando el jefe de policía, Rod Steiger, comprueba su identidad, inspector y especialista en homicidios, se muestra incrédulo, aunque sus prejuicios racistas y su rechazo inicial darán paso a lo más parecido a la admiración que su rudo personaje le permite.
Seguimos con homicidios, y viene a mi memoria la película 'Matar a un ruiseñor', del año 1962 y dirigida por Robert Mulligan, basada en la novela homónima de Harper Lee, cuyo inmortal personaje principal, Atticus Finch, –para siempre ligado al actor que le dio vida, Gregory Peck–, interpreta a un abogado que defiende a un hombre negro acusado de violar a una mujer blanca, ¡mayor afrenta, imposible! El abogado, libre de prejuicios, solo ante una muchedumbre encolerizada y ciega, le proporciona la mejor defensa posible que destapará al verdadero culpable, oculto tras las mentiras de la chica ultrajada. El hecho de que un hombre blanco haya podido abusar de su hija adolescente es un tema tabú que se toca de forma velada, conclusión a la que el espectador atento no tardará en llegar; no así la violación de una blanca por un negro, tema del que se habla sin tapujos durante toda la película. La magistral cinta transcurre en una localidad sureña indeterminada, y muestra y demuestra que no siempre lo blanco es tan blanco, ni lo negro, negro.
Por último, no puedo terminar sin mencionar a uno de mis actores preferidos en una de las escenas más míticas: Samuel L. Jackson, divino y negro, sermoneando a blancos con un pasaje de la Biblia, Ezequiel 25:17, 'Pulp fiction' (1994) del maestro Tarantino.
Lo dicho, rodilla en tierra, en papel, donde haga falta.
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