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Raúl Jiménez en su espacio diafreísta de Cáceres. JORGE REY
Gente de interesa | Raúl Jiménez

«El cerebro no manda»

De Atrio a la diafreo. Un extremeño que trabaja la relación entre el cuerpo y las emociones

Sábado, 14 de septiembre 2024, 08:54

Entramos en el espacio diafreístico de Raúl Jiménez Polo (Cáceres, 1984), un bajo de la calle Donoso Cortés de Cáceres, y nos descalzamos. Aquí imparte ... sus sesiones de diafreo, que también desarrolla en Agudo (Ciudad Real) y Malpartida de Cáceres. Raúl estudió Hostelería en Santiago de Compostela. Prácticas en Akelarre de San Sebastián y seis años en Atrio, pero decidió dejar la hostelería, estudió distintos tipos de terapia y optó por la diafreo «porque es con lo que me recuperé del accidente».

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–¿El accidente?

–Tuve un grave accidente de moto. Me recomendaron la diafreo, empecé a trabajar con Ana Batalla, que la movía en Cáceres, y a salir con Elena, su ayudante. En 2010, tras recuperarme con el tratamiento, me formé en diafreo en Madrid con cursos intensivos y en 2013 empezamos a trabajar en Cáceres.

–¿La diafreo?

–Es un método corporal integrativo. Nos valemos del estiramiento de las cadenas musculares para encontrar nuestro eje físico, la simetría, y así eliminar tensiones. La diafreo se diferencia de cualquier técnica en que trabajamos el cuerpo como una sola cosa, sin separar las emociones ni las tensiones mentales del aspecto físico, no son compartimentos estancos.

–¿Y el cerebro?

–Se creía que el cerebro mandaba sobre todo lo demás, pero las investigaciones científicas recientes demuestran que todas las partes del cuerpo están por igual. El cerebro no manda. Todo lo que pasa en el cuerpo, desde una expresión de la cara, implica que el cerebro funcione de una u otra manera.

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–¿Cuánto manda la respiración?

–Se ha descubierto que la respiración, a nivel químico, es un analgésico tanto para los dolores físicos como emocionales. Desde el cuerpo podemos determinar el tamaño de determinadas zonas del cerebro. A las personas que suelen meditar, les crece el lóbulo frontal del cerebro, que tiene que ver con el aprendizaje y la atención

–¿Quién recurre a la diafreo?

–Está quien viene con un dolor físico y quiere mejorar mediante estiramientos de cadenas musculares; quien viene con demandas psicoemocionales y mejora con el trabajo físico y quien simplemente busca algo diferente y se sorprende porque aquí encuentra un poco de todo.

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–Suena a guía espiritual.

–Tengo formación psicológica, pero trabajo con el cuerpo. Tratamos de llevar lo que nos pasa, ya sea estrés, ya sea desbordamiento emocional, a la parte física. ¿Por qué tenso partes de mi cuerpo cuando hablo de determinados temas? Trabajamos los problemas físicos desde la globalidad. Si viene alguien con un esguince de tobillo, no toco mucho ese tobillo, sino que trabajo la pierna en general. Ha habido gente que ha venido como si yo fuera un guía espiritual y no es eso. Yo te acompaño, pero el trabajo lo tienes que hacer tú.

–¿Hablan y se alivian?

–No es necesario que hables, pero sí que permitas fluir lo que surja: durante un estiramiento, pueden entrar ganas de llorar o gritar. No me tienes que contar por qué lloras pero sí darte permiso para llorar o gritar.

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–Cambió Atrio por la diafreo.

–Gracias a dejar la hostelería he podido tener una hija y, lo más importante, verla. Me gusta el contacto humano y en hostelería tienes muy poco, incluso con tus compañeros de trabajo.

–¿En estos 11 años?

–Cuanto mejor está la situación social, menos trabajo tengo. Durante el coronavirus y la crisis fue cuando más trabajé, pero cada vez hay más cultura de cuidarse.

–¿Hombres o mujeres?

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–Antes, más mujeres. Últimamente, más repartido. Los hombres no expresaban sus problemas, les parecía una humillación. Ahora casi es un valor para un hombre expresar lo que lleva dentro.

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