Panadería selecta recién abierta en Cáceres. ESPERANZA RUBIO
Un país que nunca se acaba

Menos brioches y más panceta

Estudiantes hambrientos ·

Cáceres se llena de pijadicas deliciosas mientras cierran las tabernas

Miércoles, 10 de septiembre 2025, 08:19

Cuando hace unas semanas, el portal gastronómico de HOY, En Salsa, preparó un reportaje sobre los cruasanes más auténticos, o sea, más franceses, de Extremadura, ... a la redactora Alba Baranda le costó encontrarlos en Cáceres. Quien los hacía, había cerrado y no había reabierto. Al final, el reportaje se basó en cruasanes amasados y horneados en Badajoz (PanContigo), Almendralejo (Pastelería José Luis) y Nogales (Revive). Pero ha pasado el verano y Cáceres ya puede presumir de auténticos cruasanes de mantequilla, con chocolate, rellenos de mascarpone… Están riquísimos y desde ayer se pueden disfrutar en Botanicc Patisserie & Chocolatier, donde Javier Rodríguez, tras formarse y coger experiencia fuera de casa, ha regresado para deleitar a los cacereños con su nuevo salón cafetería abierto a las calles Pintores y Moret, como el mítico café Jámec.

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Cáceres no era una ciudad de cruasanes y prefería inventar tartas cremosas como la Sopa la Reina, inventada en La Salmantina para agasajar a la infanta Isabel de Borbón durante una visita a Cáceres. Aunque tampoco se ha descuidado el dulce seco de mojar, caso del mojicón, bollo fino convertido en tradicional regalo a las madres cacereñas que dan a luz.

En Cáceres, no cuidábamos los cruasanes, preferíamos adoptar otros dulces y bautizarlos a nuestra manera, caso de los piononos o bizcochos enrollados de coco, que en Cáceres se llaman trabucos, o las berlinas del resto de España, que aquí se llaman bambas y en Portugal bolas de Berlim, ocupando el puesto 49 en la última clasificación de los mejores pasteles del mundo. Por cierto, en el puesto 57 aparecen los éclairs franceses, que en Cáceres se llaman petisús. Y ya puestos con los nombres cacereños de los pasteles, cómo no extrañarse ante esas roscas de yema (de Alcalá en Madrid) que aquí se llaman de Málaga por alguna ignota razón o los San Marcos, que se hacen con crema y nata en Sevilla, con trufa y nata en el resto de España y con yema y nata solo en Cáceres.

La pasada primavera, Cáceres contaba con 17 pastelerías y cafeterías con buena oferta de pasteles. Al regresar tras el verano, nos encontramos con 19 y con la número 20 (Santagloria) a punto de abrir en Pintores. Pero hay un pequeño problema: además de los cacereños con nuestro gusto por lo delicado, cremoso y exquisito, también regresan, justamente a partir de mañana, miles de estudiantes, que se van a encontrar con una ciudad llena de pijadicas, fruslerías y delicadezas, pero huérfana de tabernas. ¿Dónde están aquellos bares que ofrecían a precio cerrado litros de cerveza con raciones de alitas, morcillas, albóndigas de carnes inverosímiles, lagrimitas de pollo, magro y patatas bravas?

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Mucho brioche y poca panceta es el eslogan que marca el retorno de los estudiantes a Cáceres. Me comentan que para eso de salir, picar y beber por poco dinero, mucho mejor Badajoz. En Cáceres, de tartar, tataki y carpaccio, lo que quieras, pero la oferta de bocatas de lomo con bacon y queso cada vez es más menguada. Y ya se sabe que no solo de apuntes y flexos viven los estudiantes, sino también de grifos de cerveza, prueba y salchichas.

Si al precio de los alquileres le sumamos que Cáceres se ha llenado de panaderías selectas de «levaduramadre», «santaglorias» excelsas, tahonas «botanicc» chics y terrazas Hilton 'rooftop' (¡qué 'coñe' será eso del 'rooftop'!), ya me dirán ustedes dónde pueden pasar los estudiantes una tarde noche de cañas y rabas. Cáceres se refina, ¿aún más?, pero un revolucionario clamor estudiantil retumba en la ciudad: «¡Menos brioches y más panceta!».

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