Fallece un militar en un incendio en Gata que calcina 1.000 hectáreas

Mil hectáreas de frondoso pinar en la comarca de Gata y una vida. Fue el alto precio que se cobraron las llamas en el incendio de primeros de agosto de 2012 entre los pueblos de Gata, Villasbuenas de Gata y Torre de Don Miguel. Por estos motivos, la portada publicada por este diario el domingo 5 de agosto traía una imagen devastadora y estaba teñida de negro en señal de luto.

Sobre las cinco y media de la tarde del 4 de agosto un camión de bomberos viajaba hacia las llamas, aunque ya estaban controladas. Dentro de él viajaban tres militares de la UME (Unidad Militar de Emergencias). Cuando iban por la Cruz de Piedra, «un punto especialmente abrupto de la sierra», tal y como comentó el periodista Antonio Armero, el vehículo volcó y cayó ladera abajo durante aproximadamente 300 metros.

A consecuencia de este accidente, dos hombres resultaron heridos leve y uno grave, que fue trasladado en helicóptero hasta el Hospital Universitario de Badajoz (en aquella época llamado Infanta Cristina). Allí falleció tan solo unas horas después. Se llamaba Alberto, era padre de un niño y tenía 33 años; además de toda una vida por delante.

Fuerte viento

En la amplia cobertura de cuatro páginas que realizó este diario se detallaba que la primera chispa saltó el viernes junto al vertedero de Gata, a menos de un kilómetro de la base del retén de incendios de la localidad cacereña. Aquel paraje es conocido como El Cabril, y se trata de un pinar bastante frondoso, lo justo para que el fuego se expandiera rápidamente, ayudado por el viento que llegó a superar los 45 kilómetros por hora.

Según las informaciones de Armero, antes de la medianoche, el incendio ya había cruzado el río y se dirigía hacia el camping Sierra de Gata. Esto hizo que los campistas -unas 300 personas- tuvieran que ser evacuados. Noventa de ellos fueron trasladados hasta la residencia del Centro de Formación Rural de Moraleja, y otros durmieron en el pabellón polideportivo de Perales del Puerto.

A la una de la madrugada, el Ejecutivo autonómico, dirigido en aquel momento por José Antonio Monago, activó el nivel dos del Platercaex (Plan Territorial de Protección Civil de Extremadura). Después pidió al Gobierno central que mandase a la UME. A lo largo de la noche fueron llegando progresivamente vehículos para extinguir las llamas, hasta un total de 20 medios aéreos trabajaron incansablemente, entre ellos cuatro hidroaviones.

A pie de monte

El redactor Antonio Armero y el fotoperiodista Andy Solé realizaron un exhaustivo análisis sobre el incendio. No solo contaron el trabajo de los bomberos o el avance de las llamas. También se detuvieron en los detalles colaterales y en las historias personales que hay tras un fuego. Armero contó que el dueño de la gasolinera más cercana al foco, situada junto al cruce de La Fatela, recibió una llamada de la Junta de Extremadura de madrugada. Le pidieron que abriese el negocio, ya que se dirigían hacia allí una avalancha de camiones necesitados de combustible para trabajar durante todo el día extinguiendo las llamas. El empresario abrió a las cuatro de la mañana y sobre las diez empezaron a aparecer los vehículos.

En esta misma gasolinera el alcalde de Torre de Don Miguel compró diez bolsas de hielo para que los retenes se refrescasen. Un detalle que aceptaron encantados. Lo que no cogieron fue la propina de un ciudadano luso que pasaba por allí, y viendo las labores de extinción y el esfuerzo de esos hombres, echó mano al bolsillo y sacó un billete de 20 euros como agradecimiento.

Otra de la historias que se contaron el 5 de agosto relacionadas con este suceso, catalogado como el peor incendio del verano en Extremadura, fue la de Agustín Montero. «Nada en su actitud, ni en su semblante, ni en su discurso, hace pensar que Agustín Montero ha perdido gran parte del olivar de su propiedad. No lo sabe a ciencia cierta, pero está casi seguro», ilustró con palabras el periodista de este diario. Montero, que en ese 2012 dijo tener 71 años del siglo pasado y 12 de este, calculaba haber perdido unos 500 olivos o más. Fue hasta su terreno para comprobar los daños pero se tuvo que volver debido a la gran humareda. «El pueblo parecía la guerra de Corea», resumió el anciano.

A consecuencia de este denso humo y del posible alcance del fuego fue evacuado también el camping Sierra de Gata. Cati y Pedro, una pareja de Badajoz, estaban pasando unos días en esta zona del norte cacereño pero sus vacaciones se vieron truncadas por el incendio. En cuanto comenzó a arder el pinar el viernes por la noche, los campistas fueron desalojados. El sábado a media tarde había un guardia civil impidiendo el acceso al recinto.

Cuentan que, debido al caos, hubo cierta confusión a la hora de decirles dónde debían pasar la noche. «Primero que a Perales del Puerto, luego que a Moraleja, y al final nos quedamos en Perales», relató ella. «Dormimos en el polideportivo, tirados en el suelo, sin colchones ni nada», apuntaron.

A tan solo unos metros de ese camping, Silvia y Roberto, estaban en su chalé. Sobre la una de la madrugada del viernes al sábado no tuvieron más opción que abandonarlo. Se lo dijo la Guardia Civil y se lo repitieron los bomberos forestales. Lo hicieron dando su vivienda por perdida, pero milagrosamente, no se quemó. «En el tramo de vía que está al lado de su casa de campo, la calzada está abrazada, de abajo a arriba, por el negro. Asfalto negro. Pinos negros. Naturaleza negra. Y en medio de ese paisaje lunar aparece el chalé de Silvia y Roberto», narró Armero, sacando bellas líneas hasta de un trágico suceso.