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El día a día en la universidad

PPLL

Domingo, 14 de agosto 2016, 09:37

«Antes de empezar cada curso -explica Javier-, concierto tutorías con los profesores y les explico mi situación y mis necesidades». Por ejemplo: que los exámenes se los tienen que pasar en un 'pen drive' para que los conteste en el ordenador, o que la línea braille solo lee el formato Word, lo que le obliga a ingeniárselas para convertir formatos tan usuales en el día a día universitario como el Power Point o el PDF.

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Y luego está la cuestión de los manuales. Los de papel no le valen, a no ser que estén impresos en letra Arial a 28 puntos. «Hay editoriales -comenta el joven- que no facilitan publicaciones en braille por el tema de los derechos de autor, y a lo que yo he recurrido es a pedirles que me los envíen por correo electrónico en formato Word». «Para ello -continúa- tengo que mandarles mi certificado de discapacidad y una declaración de voluntad en la que me comprometo a no pasarle ese material a nadie».

Pero no siempre ha sido tan fácil. «El primer año de carrera -recuerda- me lo pasé escaneando manuales página a página, y luego pasándolo todo por un programa informático que convertía las imágenes en textos». Fue «caótico», dice. No tanto, eso sí, como cuando le robaron el ordenador y la línea braille, mientras comía en un McDonald's. «Llevaba tres meses en la universidad y pensé que era el final, que no podría seguir estudiando, pero me compré un ordenador, la ONCE me dio una línea braille nueva, los profesores y los compañeros se volcaron conmigo y gracias a todo esto pude seguir».

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