Una exposición de Lisboa hurga en las raíces de Lusitania
La muestra viajará este verano a las salas del madrileño Museo Arqueológico Nacional
FRANCISCO CHACÓN
Martes, 2 de febrero 2016, 12:41
Cuando Lisboa era Olissipo, su papel no era ser capital de Lusitania, provincia romana que incluía los actuales dominios de Portugal y que tenía su epicentro en la urbe de Augusta Emerita, es decir, Mérida, pues abarcaba también lo que hoy es Extremadura y parte de Andalucía.
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Sus habitantes eran ciudadanos de pleno derecho en el imperio, de acuerdo con un convenio sellado entre las autoridades del municipio y Roma.
Ahora todo aquel universo parece cobrar nueva vida en la exposición «Lusitania romana: origen de dos pueblos», abierta hasta el 30 de junio en el Museo Nacional de Arqueología de Lisboa, ubicado en el Monasterio de los Jerónimos, en plena zona monumental de Belém. Con posterioridad, desembarcará este verano en el renovado Museo Arqueológico Nacional, en Madrid (aunque las fechas no están cerradas todavía).
La muestra, que estrecha los lazos comunes aún vigentes entre los dos países, contiene 207 piezas (bustos, vasijas, documentos, herramientas y un largo etcétera) procedentes de varios museos destacados de Portugal y España.
Un apasionante viaje que halla su principal punto de referencia en una obra cumbre para comprender las raíces que nos unen: «Portugal romano», de Jorge de Alarcao, un volumen escrito hace más de cuatro décadas y que no puede soslayarse a la hora de contar con la documentación adecuada en relación a la época.
La entidad administrativa lusitana se puso en pie 2.000 años atrás (entre el 16 y el 13 a. C.) y lucía una aureola muy especial, pues se trataba del finis terrarum. Los límites, por tanto, llegaban hasta el Océano Atlántico.
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Fue el propio emperador Augusto quien tomó en consideración el vasto enclave como un destino para distribuir tierras entre los veteranos (fundamentalmente itálicos) de sus legiones, que se habían distinguido en las guerras contra los astures o los cántabros.
En un momento en que la atención política española ha virado hacia Portugal (desde que Pedro Sánchez se fijó en el «pacto a la portuguesa» para tratar de emularlo en un gobierno donde se embarcaría con la izquierda radical), la visita a esta exposición arroja luz sobre los reales vínculos históricos y los vasos comunicantes, más allá de hechos puntuales e intereses partidistas.
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El recorrido por el Museo Nacional de Arqueología nos retrotrae hacia una dimensión antigua que, en realidad, nos puede catapultar hacia otra más nueva, en vista de que aún restan numerosos lazos por activar.
Como queda de manifiesto, Lusitania era un todo. Y los rastros de aquel legado no dejan de estar disponibles para admirarlos, tal cual demostró el colectivo de investigadores universitarios y museísticos que se afana en estudiar semejante tronco social desde 1988.
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